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miércoles, 1 de abril de 2015

La Chicotá de Nandel: El vuelo de la Paz


Todos hemos vivido en el pasado momentos que en un futuro se repiten. Situaciones que al vivirlas, volvemos a los tiempos de la niñez, recuerdos que nos hacen volver a ser niños, aunque las cosas hayan cambiado mucho y quizás falten escenarios, o se cambien unos por otros.

Uno se adapta, y en ese callejón de la nostalgia en que a veces entramos en Semana Santa, uno siempre recuerda a los que ya no están, pues siguen en ese callejón, abraza a los que llegaron hace poco, y convive con los que siguen, aunque ya no sean los mismos. Lo que está claro es que nadie falta ni sobra, todos convivimos en la calleja lúgubre o sencilla, sin muchos adornos, solo sentimientos que afloran por las paredes y a veces hacen moverse al pavimento que nos sujeta a todos.

Por muchos recuerdos que uno tenga, hoy Miércoles Santo, creo que el del vuelo de una Paloma que a todos alguna vez nos tocó con sus alas al pasar, o simplemente nos refrescó con su extensión, es el que solamente no nos transporta, si no que nos renueva.

El paso de la Paz, con su vuelo en la tarde o la noche, es quizás para muchos como el que les habla, uno de esos momentos en que todo sobra y quizás muchos nos falten, pero en Semana Santa, si algo no debe faltar es ese instante… tan mágico como nostálgico, diferente cada vez, déjense llevar, hoy, sale la Paz.

Y cuando cae la tarde Ella alza su vuelo. De pura y Blanco concebida, ojitos cordobeses negros como el azabache, y una boca donde recostarse las plegarias y que te habla hacia el corazón, aunque parezca que va ajena a los sentimientos.

La luz será el choque profundo que producen las súplicas, con las rimas, con el canto, con el racheo… todo hacia una Reina bajo palio de sol, que poco a poco cambiará para ser de estrellas y luna.

Y cuando sale la Paz, invierte la oscuridad por una luminaria que es alegría inmensa, melancolía y congojo,  fraternidad y llanto, mano con mano, brazos en la espalda del hermano, y beso que vuelve a ese padre que antes te besó a ti cuando fuiste niño.

Acérquenlos, al que dude, al que desfallecido camine, al que haya perdido la fe, al que esté pasando necesidades terrenales, o simplemente, o mejor dicho, principalmente, al que necesite Paz en su vida, Esperanza en el corazón. La Paz, La Esperanza, están esperando. Sale envuelta y cobijada entre varales de antaño y renovadas ilusiones, entre el calor de los suyos que es brasa incontenida hacia todo aquel que hasta verla es ajeno a Ella. Salgan a verla, acérquense, no hay más que mirarla, que postrarse de frente o perfil, y descubrir que todo ha sido vano hasta tal momento. Salgan a verla.

Salgan a verla, pues no habrá concedido tal magnitud de recogido el corazón al alma y viceversa, hasta ese instante… Salgan a verla y recuerden lo que ya no recordaban y verán que es importante, que realmente les importaba. Salgan a verla y disfruten con los sentidos, y sentirán que no hay arrepentimiento para los pecados más sincero que cuando Ella los limpia con su paso, con su vuelo, salgan a verla.

Salgan a verla pues irá con ángeles blancos de Capuchinos, con su guardia pretoriana de arcángeles tan puros y blancos como Ella, bendecidos con el agua pura del “aguaó”, vestidos por madres, novias, hermanas, blancos como Ella blanca de amor y piedad, de Paz y consuelo, de sanación para el espíritu y consistente dosis de calma y sosiego.

Salgan a verla, sientan simplemente el roce del aire que deja su paso, mezclado con el aroma de incienso, música amorosa realizada para el momento de amarse lo terrenal y lo divino. Cortéjenla, déjense querer entre bambalinas, entre el olor de la flor que no huele más que al aroma concebido para los que quieren amar, los que quieren sentir, los que quieren perdonar y los que por Ella debajo quieren sufrir, por Ella, por verla volar, por su vuelo y su perdón, por su vuelo y su bendición…

Salgan a verla, ámenla, sientan, no corran, despacito, las horas serán minutos, los minutos quizás segundos a su lado, pero quedarán para siempre renovados con su amor, tocados por sus alas serán bendecidos para amar y ser amados, para soñar y hacer soñar… Salgan a verla, hoy sale la Paz.

Si alguien se encuentra a Diego Luque Lora por algún tramo del callejón por donde la Paz vuela, por donde Ella pasa bendiciendo corazones y purificando el espíritu de los desfallecidos, recuérdenle que nos hace la misma falta de siempre, pues se van los cofrades, se van las personas, pero los ángeles vestidos de blanco que se conocen en la vida, los momentos a su lado instaurados en recuerdos inolvidables, esos nunca se olvidan, y hace tiempo que lo echo en falta, decidle y recordadle que quiero verlo, que quiero preguntarle mucho y contarle tanto. El que pueda ver a Diego, que le recuerde que iré con su hijo como siempre, que allí lo espero, aunque quizá no haga falta pues se que lo veré, con túnica, costal o faja, o quizás solamente lo sienta a mi lado, tenemos muchas conversaciones pendientes, pero solamente me conformo con otro abrazo más, de esos que solo se dan con personas el Miércoles Santo, cuando la Paz sale.


Fernando Blancas Muñoz










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