Blas Jesús Muñoz. La Catedral, más allá del monumento es la nueva Arca de la Alianza, donde Dios encarnando es el Logos, el Verbo, principio y fin, preexistencia y misterio proyectados en la talla del Hijo del Hombre, Jesús Caído, observado de cerca por su Madre del Mayor Dolor.
Aun faltan minutos para que el templo alumbre la tarde que despide al verano y evoca dos centurias y media construidas a base de piedad. El cortejo va cobrando forma y el puzle ritual de la cofradía encaja sus piezas con precisión milimétrica. Los acordes del maestro Báez son más sublimes a los sentidos interpretados por la Oliva, ante un Jesús que, esta tarde, esta noche ya es de todos.
Comienza el camino de retorno entre una luz mística que, en el Patio de los Naranjos con la silueta del templo atrás no deja sino de mostrar que, allí, cada cofradía está en su casa. Cigarreras rasga el cielo con las cornetas que no son más que metal llorando al Dios hecho hombre. Metal ancestral que se convierte en música para completar la actualidad, para agradar a Dios en el trance de la ignominia humana que ha venido a rescatar.
San Cayetano se fija en el horizonte mágico de la Madrugada y Jesús ya no cae sino que flota sobre el esfuerzo de los hombres que son sus pies, del cortejo que lo anuncia, de la Virgen del Mayor Dolor que lo sigue infatigable allá por donde vaya. Nos miramos de lejos, como en un acuerdo tácito que se diluye entre los rostros anónimos.
El día llega al ocaso de su horizonte. Y nadie contará más que estuvo allí, que lo vio, que experimentó la magia más sublime en Santa Marina, que Córdoba se vio reflejada en una de las Hermandades que la representa. Contarán mil cosas y todos habrán estado entre la muchedumbre que lo ha arropado. Sin embargo, estábamos allí, tan solos como siempre, sin otra expectativa posible que la de un Dolor tan adulto que anula el resto del contexto para enfrentarnos a solas, entre tanta gente, a lo que nadie cuenta ya, la fe.
Recordatorio La Crónica: La Catedral ya es de Jesús Caído