Blas Jesús Muñoz. La cuenta atrás ya ha comenzado y las manillas del reloj de la memoria convierten en recuerdo aquello que, hace apenas nada, era rabiosa actualidad. Mientras las extraordinarias que jalonaron la Córdoba de este año caminarán entre los hitos y el olvido, una de las mismas nos dejará para siempre su particular memoria de acontecimientos.
Por Santa Marina Jesús Caído avanzaba con el paso firme de los siglos proyectados en su impertérrita piel, la misma que cubre la historia misma de la ciudad. Las cornetas claman al cielo, rasgando la atmósfera del momento, partiendo la noche en dos. Suenan Las Cigarreras y, desde el rosetón que otorga luz al templo hasta la propia efigie de Manolete, se estremecen. Vibran al son que dicta el metal, que marca el paso de los costaleros...
Pero ni la marcha ni la banda son más que meros instrumentos que acompañan al Señor y, sin embargo, Imagen y banda conforman un todo intrínseco que hace desaparecer cuanto les rodea. No es un clímax cofrade. No. Es un instante efímero de luz en mitad de la noche, de regreso al templo, que colma toda expectativa posible y la supera.
La salida extraordinaria de la Hermandad del Caído siempre quedará en el recuerdo de cuantos la atestiguaron como un momento brillante que, además, contó con el ensueño de momentos que superan al cofrade y se conjugan para hablar de trascendencia.
Foto Antonio Poyato