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sábado, 30 de abril de 2016

El Cister es diferente porque nosotros somos distintos


Blas J. Muñoz. Con esta frase ilustrada con una fotografía del pasito de la Cruz de Mayo que portaban este sábado los más pequeños de la Hermandad del Císter, su antiguo hermano mayor, Carlos Rubio, expresaba de forma elocuente una forma de sentir y respirar las cofradías que va más allá de lo casuístico para enfrentarse a lo verdaderamente sustantivo de las cofradías.

No era una procesión más a la que asistíamos este sábado. No. Como tampoco se trata de un divertimento para niños porque estos niños han tomado el ejemplo de sus mayores y han venido a demostrar que las cofradías se llevan impresas en una forma de enfrentarse a la vida que parte de la trascendencia, la gracia y la generosidad, se tenga la edad que se tenga.


Como informaba nuestra compañera Esther Mª Ojeda, como una parte complementaria a la Cruz de Mayo que el Císter tiene en la Plaza de las Dueñas, la hermandad comunicaba en días pasados la salida de la cruz de la que se encargan los más pequeños. La denominada "Cruz de Mayo Chica" es una tarea que la cofradía ha confiado a niños de edades comprendidas entre los 8 y 11 años y que tiene como finalidad recoger fondos para la obra social que desempeña la hermandad.


Con la colaboración de los tambores de la "bandita" de la Banda de Música María Santísima de la Esperanza, los alrededores de Císter y Capuchinos se inundaban con la inocencia libre de unos niños que, más allá del tópico de la cantera cofrade, mostraban la cara pura y limpia de una emoción que no entiende de ataduras ni convencionalismos. Y es que si una ciudad refleja su rostro en la cara de sus habitantes o una hermandad hace lo propio en el de sus cofrades, la de estos niños (de la cofradía de la Sangre y de la B. M. de la Esperanza) muestran la mejor cara de Córdoba y su Semana Santa.







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