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miércoles, 27 de julio de 2016

De trama simple: Defectos de un presente, lamentos de un mañana


Hay algunas igualas que se nutren de jóvenes imberbes, con impolutas ropas, perfectos costales y calzón remangado. Costaleros, cuyas técnicas y maneras distan mucho de aquellos otros que cuentan las arrugas de sus cuellos con chicotas eternas, las grietas de sus frentes con semanas santas pasadas y sus posturas resignadas con las conciencias de aquellos que vienen a servir.

Durante unos días he tenido la oportunidad de tener a mi cargo a una alumna de universidad, he observado con gran satisfacción como la formación que obtienen es muy superior a la nuestra en determinadas materias, pero a la vez he observado con estupor como todo ese saber no puede ser plasmado en el trabajo diario, pues no hay un rodaje, no hay una práctica eficaz y lo peor de todo, no la creen necesaria y eso se plasma en su actitud.

Es difícil aconsejar y enseñar a quienes creen conocerlo todo, a quienes por formación teórica han adquirido tanto saber, y es que, quizás ese sea nuestro gran problema, quizás esa sea la gran diferencia entre aquellos que cuentan batallas de otros tiempos y los que acuden con título costaleril a sus primeras igualas. Pero lo peor de todo es que de ahí, de ese conglomerado, podemos extraer una muestra importante de nuestra sociedad. Una muestra que refleja que los valores se han perdido, donde la experiencia no se aprecia ni se valora por aquellos que tienen que adquirirla, donde la edad se percibe como un lastre y la humildad que se conoce es la de una simple advocación.

Manuel Orozco







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