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martes, 12 de julio de 2016

El Cirineo: Antitaurinos y otros violentos que nos rodean


A estas alturas de la película, imagino que todo el mundo estará perfectamente enterado del desgraciado accidente, así fue catalogado en un programa taurino la madrugada del pasado domingo por uno de sus compañeros de terna, que ha truncado la vida de una persona de 29 años que tenía familia como la suya y como la mía, a quien su muerte ha provocado un dolor incalculable. Cualquier persona que tenga en su familia a un torero, por más que siempre se intente poner cierta distancia con el evidente riesgo implícito que conlleva una profesión como esa, está más o menos preparado para que un fatal desenlace pueda ocurrir, lo que no resta ni un ápice del daño de que se trunque la vida joven de alguien cuya sangre corre por las propias venas. Para lo que nadie está preparado es para que una piara de seres infectos, de alimañas inmundas, de subhumanos despreciables, de auténticos hijos de puta, aprovechen un sufrimiento como éste para cebarse en el dolor de padres, esposas, primos y amigos porque consideran a un matador de toros un asesino, algunos al mismo tiempo que loan las hazañas de criminales de guerra a los que denominan revolucionarios. Lo más sangrante de ello, es que buena parte de estos mismos miserables no tienen ningún reparo en despojar de toda condición humana a un feto para destruirlo en defensa de una pretendida libertad de la mujer, que en realidad oculta un auténtico genocidio, basta repasar las cifras de abortos anuales que se producen en un presunto país civilizado como el nuestro.

¿Cuál será el siguiente paso de estos sectarios violentos que pretenden defender la vida de animales o proteger el ecosistema situando los derechos del resto de seres vivos por encima de los de los seres humanos?.  ¿Chotearse del fallecimiento de un minero porque el carbón contamina la capa de ozono?. ¿Insultar a la madre de un marinero cuyo barco haya naufragado porque los atunes sufren al ser capturados?. ¿Desear la muerte de un agricultor porque arranca de la tierra a seres que tienen sentimientos?. No descarten nada. La imbecilidad del ser humano parece no tener límites, en particular la del ser humano español, capaz de defender que un titular que expone que "un marroquí nacionalizado español que se declara independentista catalán ha ganado una medalla para España" es xenófobo y fascista, en lugar de meramente descriptivo, ausente de cualquier subjetividad. Subjetivo hubiera sido sostener que este individuo no debería jamás defender la bandera de España en un Campeonato de Europa o que la Federación tendría que devolver inmediatamente una medalla que a muchos avergüenza, incluso que debería ser despojado de la nacionalidad española, que dicho sea de paso es lo que creo firmemente que habría que hacer... las tres. ¿Recuerdan la que se montó hace unos años porque hubo que sacrificar un perro para prevenir que una enfermedad terriblemente contagiosa se propagase por España?. Aquello demostró fehacientemente que el hombre, en particular el español, es gilipollas.

Hoy las redes sociales se inundan sistemáticamente de opiniones de auténticos sectarios totalitarios que insultan impunemente a todo el que se separa de su pensamiento único extremista, deseando la muerte del prójimo si es preciso, festejando que un chalado asesine a cinco policías en Estados Unidos por el mero hecho de ser policías o enalteciendo las acciones de los despreciables etarras que permanecen en las cárceles por haber matado a personas, a veces niños, y no por defender ideas de ninguna clase. Muchos se sorprenden de que miserables de todo el mundo aplaudan las acciones de Estado Islámico y consuman con avidez cualquier vídeo que muestre asesinatos, cuando es probable que en nuestro entorno más cercano, en nuestra propia ciudad, en nuestro propio barrio, en la casa de al lado o incluso en nuestra propia familia haya gentuza que se haya alegrado de que una persona haya perdido la vida y además se haya divertido ridiculizando, atacando e insultando a su viuda, sin que de momento ningún organismo público policial, político o judicial haya dicho esta boca es mía.

Este es el verdadero problema, el auténtico trasfondo del asunto. El común de los mortales tiene la firme creencia de que en este país, insultar a las víctimas del terrorismo, amenazar al resto de ciudadanos, celebrar la muerte de un policía o un torero sale absolutamente gratis. Mientras no se actúe con la contundencia imprescindible frente a toda esta bazofia humana que infecta nuestra sociedad, la enfermedad continuará creciendo. Un cáncer de violencia fanática que aumenta sin descanso y que amenaza con que cualquier día pase algo muy gordo. Porque es absolutamente humano indignarse y responder cuando una persona normal observa en silencio cómo se despelleja a una esposa, cómo se echa sal a la herida de su dolor, cómo recibe el escarnio de bastardos sin más que hacer en la vida que dañar a quienes les rodean sin que caiga sobre ellos el peso de la ley, y que algún día alguien se líe la manta a la cabeza y cometa una barbaridad. ¿Quién no hubiese querido partirle la cara a más de uno desde el pasado sábado?. Sucede que la gente normal no lleva armas en la cartera y sigue teniendo fe en que la justicia termine cerrando la boca de tanto sinvergüenza. Una fe que esperemos que nunca se extinga por la inacción de quienes deben tomar cartas en el asunto con urgencia.

La violencia se expande como una mancha de aceite por nuestra sociedad y alcanza todas las áreas que la componen. Llevamos meses, años, siendo testigos de cómo a través de las redes sociales se alienta y se alimenta una rabia sectaria, una venganza impresentable, disfrazada de política del pueblo que se ha propagado de manera impune sin que nadie haya sabido o haya querido ponerle coto. Y ese caldo de cultivo ha comenzado a abarcar otros aspectos de nuestra realidad, disfrazando ese odio de ecología, de defensa de los animales o de cualquier otra excusa barata que oculta la verdadera razón de ser de lo que está ocurriendo y que de paso pone a los pies de los caballos a quienes defienden con todo el derecho del mundo determinadas ideas, por ejemplo a quienes honradamente están en contra de la fiesta de los toros, y esto lo dice un taurino. Hay un sector de la población que odia profundamente a sus semejantes y pretende acabar con todo lo que se separa de su modelo único de vida y acabar con todo lo que ello implica, que nadie se lleve a engaño. Y la mayoría de la ciudadanía asiste impasible y en silencio cómo este gentuza pretende arrancarnos pedazo a pedazo la libertad que nuestros padres lucharon por alcanzar. Por eso es imprescindible y urgente que se tomen cartas en el asunto y se corte de raíz todo este desmadre, con intervención judicial, multa gorda y cárcel para todos estos miserables. Compartiendo mi creencia de que mañana puede ser tarde, afortunadamente ya hay asociaciones que han dado este paso necesario en defensa de la dignidad de los afectados y de la libertad de todos.

Los ciudadanos normales debemos quitarnos la venda de los ojos inmediatamente para constatar que esta violencia sin sentido alcanza a todos los sectores de la sociedad. Las cofradías sin ir más lejos. En los últimos tiempos hemos presenciado manifestaciones con una inaudita carga de violencia implícita, insultos de todo tipo entre presuntos hermanos, ataques, amenazas más o menos veladas, advertencias de sanción por opinar en contra de los desmanes de una junta de gobierno, llamadas a altas horas de la madrugada para “aconsejar no seguir por ese camino”. Una violencia que se manifiesta hasta en reuniones celebradas en las mas altas esferas con comportamientos pandilleros que deberían avergonzar a unos y otros y que alguien tendría que cortar radicalmente. Unas pautas de actuación que han de ser erradicadas de manera inmisericorde, emprendiendo acciones legales inmediatas contra todo aquél que traspase la línea aunque sea milimétricamente. Cualquier insulto o amenaza de cualquier tipo debe obtener una única respuesta: medidas judiciales y punto. Por si alguien aún no ha captado la naturaleza de este aviso a navegantes, dejémoslo meridianamente claro. Cualquier insulto o amenaza que se pueda producir como respuesta al ejercicio legitimo, legal y jurídico de una profesión o de la libre opinión deberá ser contestada inmediatamente con medidas judiciales. Tal vez sea la única forma de comenzar a extirpar este cáncer que amenaza con contaminar a la humanidad entera.

Guillermo Rodríguez









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