Blas J. Muñoz. Hay hermandades a las que no les hace falta grandes fastos para dotar de sentido, del sustrato de lo genuino a cada acto -de cualquier tipo- que realizan. Una de ellas es, sin lugar a dudas la Hermandad de Villaviciosa, cuya delicadeza y reflexión a la hora de preparar cada actividad que realiza que automáticamente demostrada.
En este sentido, cabe recordar que, cuando la corporación letífica radicada en San Lorenzo recuperaba la salida procesional de la Santísima Virgen por las calles de la feligresía donde se hallaba San Juan de Letrán, la Primitiva Hermandad mostraba al pueblo de Córdoba su propia, y en demasiadas ocasiones desconocida, historia.
Mientras la Banda de Música de la Esperanza entonaba la Saeta de Gámez Laserna (otro capítulo, por suerte recuperado, el del compositor por la formación), el paso que dirigía Fernando Chiachío se encaminaba hacia la Iglesia-Hospital de Jesús Nazareno. Como en una carrera oficial exclusiva de la cofradía, la misma se encaminaba hacia sus propias raíces, en busca de la reverencia debida al Padre Cristóbal de Santa Catalina.
Villaviciosa daba un ejemplo de coherencia que, en algunas ocasiones, se echa en falta en el ámbito cofrade. Y su compromiso consigo misma es persistente e ineludible. La prueba, el próximo domingo día 24 de julio, a partir de las 20:00 horas en la Real Iglesia de San Lorenzo Mártir. En esa jornada la corporación volverá a homenajear al Beato Cristóbal de Santa Catalina en el marco de una celebración litúrgica oficiada por el Rvdo. Rafael Rabasco Ferreira, Párroco del templo fernandino. Durante el desarrollo de la misma se dará a besar una reliquia del Beato, toda vez que se repartirán panes bendecidos.
Coherencia, compromiso, perdurabilidad, piedad y una devoción intensa a Nuestra Señora de Villaviciosa definen a una corporación que la mira a Ella con la misma intesidad amorosa con que siglos ha, en la misma ciudad y por las mismas calles, lo hizo el venerable y beato Padre Cristóbal.
Foto Álvaro Córdoba