Blas J. Muñoz. No hace falta haber cumplido los treinta para saber lo que se siente; ni tener quince para soñar con el momento en que el ritual inicia su ciclo y los días se dejan caer sobre el cuello como una profecía antigua de los días. El costalero, con catorce o con cincuenta no deja de sentir esa sensación tan peculiar recorriendo su ánimo, una vez llega su hora.
Y esto pasa el día de salida, pero también cuando el capataz hace crujir la madera en la primera levantá del primer ensayo. Y puede ser en Cuaresma, en mayo o a principios de julio, pero no quedará indiferente. Y en esa cantera de la vida que se escoge, desde pequeño, el camino lo dictan ensayos como los de la Santa Cruz de Pasión, del Huerto o de la Hermandad del Cristo de Gracia.
Durante estos días, los jóvenes costaleros de los Trinitarios se preparan con la vista puesta en la salida procesional. Una cuadrilla conformada por chicos menores de dieciocho años que, cada año aumenta en número de aspirantes a formar parte de ella y que dan cuenta de que la mejor cantera de costaleros de Córdoba se halla en numerosas cofradías que cuidan con cariño la vocación personal de sus jóvenes cofrades.