La Semana Santa de Sevilla, desde mediados del siglo XX, ha
ido perdiendo sus formas tradicionales para adaptarse al gusto estético de la
época.
Ni claveles en los palios, ni túnicas lisas, ni Nazarenos o
Crucificados con una alfombra de flores, ni nazarenos de negro ruán, ni Cristo
sin potencias... La Semana Santa actual es fruto de una reinvención ocurrida
tras la Guerra Civil. A partir de 1939 las hermandades van olvidando los
significados litúrgicos e históricos de la representación de la pasión, muerte
y resurrección de Jesucristo, para adaptar sus estéticas a los gustos del
momento. Estas modas han provocado una homogeneización. Antes, todo tenía su
significado. Ahora, se toman decisiones sólo porque al prioste de turno le
gusta. La Semana Santa actual está plagada de errores. El profesor de Historia
del Arte de la Universidad de Sevilla y profundo conocedor de la Semana Santa
Andrés Luque Teruel revela las inexactitudes más habituales de las cofradías.
En la vestimenta de los Cristos se cometen importantes
errores. Primero, en los colores. La Iglesia estableció unos usos litúrgicos de
los colores después de las jornadas del Concilio de Trento, a mediados el siglo
XVI. El valor simbólico de éstos fue ratificado en distintas ocasiones, la
última, aún vigente, por Juan XXIII en 1960 (Rubricarum Instructum; o Rúbricas
Generales del Breviario y del Misal Romanos, capítulo 18). Entre ellos se especifica
que el blanco representa júbilo y alegría y se aplica en la Natividad, la
celebración del cuerpo de Cristo (por eso el Jueves Santo los sacerdotes visten
de blanco) y la Resurrección, y se advierte de modo claro que nunca debe
utilizarse en la representación de la pasión y muerte de Cristo ni en cuaresma.
En el mismo texto se dice de modo preciso que el morado es el color de la
pasión y muerte de Cristo y del tiempo de recogimiento y reflexión que supone
la cuaresma.
"El color es para la celebración, no para las imágenes;
sin embargo, la lógica, mantenida durante siglos, llevó a vestir a las imágenes
según los tiempos litúrgicos a los que corresponde su representación, pues de
otro modo no tendrían sentido respecto de lo que se celebra. La excusa de las
hermandades que les ponen túnicas blancas a sus imágenes es que en los actos
que las lucen no están bajo ninguna celebración litúrgica, caso de los
traslados y procesiones. De ese modo, no faltan a la liturgia, pues no están
celebrando nada bajo la dirección de un sacerdote. Sin embargo, pese a esto, el
texto de Juan XXIII es muy claro, el color blanco nunca en la pasión y muerte
de Cristo ni en cuaresma (dura hasta el Miércoles Santo, incluido), y si no lo
utiliza la iglesia ni los sacerdotes, ponérselo a Cristo es una tremenda
contradicción".
Por estos motivos, las túnicas blancas suponen una
"transgresión de las normas establecidas por la Iglesia, pues un Cristo
por naturaleza responde siempre a la pasión y muerte, y la normativa de Juan
XXIII deja claro que el color blanco no puede usarse por su significado. Sería
como si celebráramos con júbilo y alegría que a Cristo lo han humillado,
golpeado y crucificado". La ignorancia de estos principios no eximen de
culpa en la pérdida de concepto y, lo que es más grave, de compromiso. "El
único argumento mostrado una y otra vez por los que toman esas decisiones es 'a
mí me gusta' o 'ha gustado mucho', con lo que airean su ignorancia en doble
sentido, respecto de los símbolos y en relación con las tradiciones mantenidas
durante siglos".
El texto de Juan XXIII establece dos excepciones en el uso
de los colores. La primera es relativa al valor preeminente de los símbolos
establecidos en el contexto originario del que proceden los argumentos de la
celebración, en el caso de Cristo del mundo hebreo, en el que el color blanco
estaba reservado a los enajenados mentales peligrosos, por lo que Herodes mandó
vestir a Cristo de blanco para despreciarlo y que todo el mundo se apartara de
él. "Por eso, con dicha excepción, el único Cristo que puede vestir de
blanco es el del Silencio en el Desprecio de Herodes, de la Hermandad de la
Amargura. Otras imágenes, como el Cristo de la Oración en el Huerto, pueden
vestir de morado, ajustándose al valor simbólico de los colores, o de cualquier
otro menos blanco, según la excepción que remite a los usos previos hebreos. Lo
mismo puede decirse del Cristo de la Sagrada Cena, que puede ir de blanco según
el uso litúrgico cristiano de la celebración del cuerpo de Cristo, o de
cualquier otro según la tradición hebrea. La segunda excepción es la dispensa
por un motivo concreto, caso de la Virgen de la Paz, como símbolo de alcance
universal, previo a la celebración de la pasión y muerte cristiana".
El debate estético entre túnica lisa y bordada tiene un
claro vencedor desde el punto de vista litúrgico, histórico y simbólico:
siempre bordada. El Gran Poder fue quien impuso esta moda. Andrés Luque ofrece
una explicación sobre cómo fue: "Antes no se valoraba que tener una túnica
bordada antigua era un lujo. Cuando el oro perdía el brillo se desechaban y se
hacía otra nueva. ¿Qué pasó? Rodríguez Ojeda borda en 1910 una túnica sobre un
fondo de tisú de oro. Daba un aspecto tornasolado que no gustó nada. Se pasó a
terciopelo morado y como el bordado era menudo no funcionó. La Hermandad decide
entonces sacar una túnica lisa morada, pero que nadie dude de que si hubieran
tenido dinero hubieran vuelto a bordar una nueva. Tampoco pudo sacar ninguna de
las bordadas que tenía porque estaban en malas condiciones y entonces no se
valoraba la conservación como ahora".
Las túnicas de los Cristos tienen un valor simbólico que
completan a la imagen, eleva sus valores plásticos y tiene un significado
histórico. Por eso, siempre se han usado bordadas con elementos simbólicos:
"Las espinas son el sacrificio de la Calle de la Amargura. Los acantos
abiertos suponen el camino hacia la salvación, por ejemplo". El Señor del
Gran Poder tiene una túnica denominada de la corona de espinas. El Señor de
Pasión, la de los acantos, con la que fue revestido para el frustrado Vía
Crucis de la Fe del año pasado. El Nazareno del Valle porta los dos elementos
en su túnica. El Señor de la Sentencia tiene otra prenda que lleva cardos, como
la flor del mal. "Cuando se despoja a la imagen de la pieza bordada se
rompe con el mensaje, la tradición, la historia y el sentido litúrgico. Todo se
reduce a una tela lisa que se mueve. Eso es de una gran simpleza mental que
marca la decadencia que vive la Semana Santa".
"Las flores y las plantas simbolizan en camino hacia la
vida eterna". Los pasos de Cristo en Semana Santa han llevado
históricamente flores naturales combinadas con piedras hechas de corcho o
madera. La pretensión era recrear lo que había en el campo, en el monte
Calvario. Por su parte, el paso de palio iba adornado con claveles pero
mezclados con otras flores y de manera irregular, no en piñas compactas. La
intención era la de favorecer el espacio y no tapar la orfebrería.
El uso de un monte de claveles rojos en los Cristos es algo
que surge en 1939 y tiene un marcado carácter político. Las tres primeras en
llevarlo fueron Pasión, San Roque y San Bernardo. La Hermandad de Pasión fue la
primera en proponerlo: "Entonces el Señor iba en un paso dorado. Le
pusieron claveles rojos y unos faldones burdeos. Así formaban la bandera de
España. A las cofradías que llevaban faldones rojos y lirios morados, le
obligaban a cambiar las flores o el color de los faldones".
Los pasos de tribunal no llevaban flores y los Crucificados,
iban como el Cristo del Calvario: sobre una piedra tallada o corcho.
"Podían ponerle flores dispersas, como ocurría con los Nazarenos. Si
ponían flores en unas jarras. Los montes de claveles no son ni clásicos ni
litúrgicos y responden a intereses políticos. Decir que es lo clásico de
Sevilla es una burrada, además de ser mentira. Me parece bien que se pongan por
estética, pero que se sepa que no es lo histórico".
Este exorno de flores variadas y dispersas, que Luque Teruel
define como "sevillano", lo lucen actualmente, de manera actualizada,
varios pasos. El profesor destaca alguno de ellos: "El de los Negritos, en
ambos pasos, es sublime. El Beso de Judas, Vera Cruz, el Sol, San Isidoro, el
Valle en sus dos pasos de misterio, una hermandad que siempre ha conservado la
estética y las formas sevillanas. Al Valle y a Manuel Palomino le debemos
mucho. Siempre ha sido fiel a lo histórico, a lo litúrgico , a la simbología a
al significado de las cosas".
Son dos elementos que los priostes de las hermandades
colocan al Cristo en función de lo que determine el prioste de turno. La
cuestión es mucho más profunda que todo eso: "Las potencias son símbolo de
la divinidad y por eso las imágenes las deben llevar siempre. No por modas o
gustos. La corona de espinas la tiene que llevar siempre que la imagen haya
sido creada con ella. No podemos corregir al autor. A veces se le pone a otras
imágenes que han sido concebidas sin ella".
Los colores más extendidos en las túnicas de los nazarenos
de Semana Santa es el blanco y el morado. No es baladí. Se debe a que las
hermandades adoptaron para su estación los mismos hábitos que le pusieron al
Señor: el blanco por el desprecio que sufrió Cristo cuando Herodes lo tachó de
enajenado mental; y el morado, color del condenado a muerte, tono de la
penitencia. El ruán negro es un invento moderno sin base histórica o litúrgica:
"Es inadecuado. Las de ruán han ido históricamente de morado. El negro
responde a una recreación moderna de la Semana Santa. Tiene un sentido estético
porque lo asociamos al luto, pero en la Semana Santa no estamos celebrando el
luto. Las hermandades cada cierto tiempo hacen un intento por recuperar el
morado".
Éstas son algunas de las modas estéticas que se han impuesto
en la Semana Santa desde 1939. El profesor Luque Teruel, aunque respeta los
gustos, aboga porque se sepa que las hermandades están cometiendo muchos
errores y se han ido apartando, con el paso de los años, de su historia.
"La autoridad eclesiástica y los directores espirituales deberían asesorar
en estas cuestiones y ¡corregir lo que se hace mal", concluye.