El Domingo de Ramos es la luz. Una luz tan intensa y clara que sólo es posible que la capten los ojos de los niños. Los niños que somos hoy. Mañana de estrenos, de palmas, de olivo... y este año de matinal de fútbol, de derbi, para remarcar las dualidades de la ciudad. De la Victoria a la Amargura todo discurre deprisa, y sólo es el principio. Cuando los aficionados salgan del Villamarín la hermandad de la Paz estará llegando al cercano parque de María Luisa. Victoria y Paz. El triunfo seguirá siendo patrimonio de la luz, incluso cuando tenue espere a la noche la llegada de la Virgen de punta en blanco. Volverá a rodear la Plaza de España para recordar así el 75 aniversario de la Hermandad en el parque centenario de María Luisa.
¿Será en el Parque? Hace años que el primer nazareno dejó de ser un estreno de domingo para la Semana Santa, pero seguimos buscándolo hoy para confirmar que ha llegado la hora de la ciudad. En la Carrera Oficial se abre y cierra en un día el evangelio según Sevilla. En una ciudad de cañas y olivas, el Salvador anuncia a lomos de una borriquita que morirá al caer la tarde en la Cruz mientras un pelícano alimenta a sus crías con su propia carne por Amor. Alfa y Omega. El Domingo de Ramos hace hombres de negro a los pequeños de la túnica blanca para que vuelvan a ser niños por el mismo itinerario hasta el final. Todo acaba de empezar y ha terminado.
La Semana Santa de Sevilla no es tan estática como pudiera suponerse. Detalles, a veces mínimos, la transforman continuamente. Las hermandades proponen cada cierto tiempo innovaciones que permanecerán posiblemente durante décadas, incluso siglos, tras superar el veredicto de la ciudad. Es el caso este año de la reordenación del paso de misterio de la Entrada en Jerusalén con la incorporación de nuevas figuras. Será uno de los comentarios del día.
El Domingo de Ramos es el azul de un cielo que es la Hiniesta. La caminata merece la pena para descubrir la belleza de la cal entre las estrecheces. La hermandad recorre desde San Julián a la Alameda una Sevilla auténtica en sus devociones con la dulce entrega de estampas y caramelos. Tiene el Domingo de Ramos una memoria en sepia de los años de postguerra en los barrios. Ese tiempo, que fue de eclosión para las cofradías, no pasa desapercibido en las advocaciones de la hermandad del Porvenir, en las cenizas de los antiguos templos de San Julián y San Roque, de las que brotaron con fuerza corporaciones con una larguísima historia. De esas cenizas surgió la belleza de las Dolorosas de la Hiniesta y Gracia y Esperanza.
La Hermandad de San Roque rememorará aquellos años en los que sufrió el exilio de su barrio haciendo frente al nuevo contratiempo de las obras de la iglesia de Recadero con otra salida que quedará para la historia desde la iglesia de Santiago. Habrá empujones para captar la imagen. Ya lo hizo hace setenta años, aunque por la puerta de la calle Lanza, donde fue recibido el Señor de las Penas brazo en alto. Hoy no hay lanzas en alto y los brazos se alzarán con los móviles de última generación para no perder la foto del día. El Domingo de Ramos es un libro abierto de historia para la ciudad. ¿Sabrán leerlo las nuevas generaciones? Habrá que ayudarles a andar y ver entre tanto bullicio.
Muy abiertos tienen los ojos las sagradas imágenes que tallara para la hermandad de Molviedro Antonio Perea Sánchez. Ojos abiertos para abrir los ojos ante el Señor Despojado de sus Vestiduras que Perea gubió en 1939 en un taller habilitado en la cárcel donde cumplía condena acusado de ayudar a los obreros que intentaban resistir en las barricadas de San Marcos la ocupación de la ciudad por las tropas franquistas. El Domingo de Ramos es historia. Es el tiempo que pasa y se ha quedado.
Pasa el tiempo y pasan las modas. Sevilla está hoy planchada y bien peiná. Sevilla lleva traje y corbata. Y se eleva sobre los tacones de su coquetería. El Domingo de Ramos también es un almuerzo en familia, una parada en El Tremendo, un recuerdo para Santa Catalina, y unas espinacas en El Rinconcillo para esperar a la Cena en esa curva estrecha de la calle Gerona, donde Judas parece pedir la cuenta. ¿Qué se debe aquí? Se debe respirar por Doña María Coronel el recuerdo tostado de la flor de la Semana Santa. En Sevilla el blanco es un aroma y el silencio es blanco. La Amargura. ¿Cómo entender la amargura entre la fiesta? ¿Cómo el silencio puede conquistar tanto repique de tacones nuevos? ¿Cómo el brillo de la plata queda al servicio de las alpargatas? El Domingo de Ramos es una Salve en un convento. Es una pregunta a los sentidos que sólo puede contestar el corazón ante la Amargura. ¿Cómo encontrar respuestas? Cada uno siga su camino, pero no se vayan esta noche muy lejos de la luz de los cirios cerca de San Juan de la Palma.
Aquella luz primera del Domingo de Ramos es la Estrella por San Pablo, que por allí debuta de capa Triana en la Semana Santa de Sevilla para confirmar la alternativa en el Baratillo cuando ya la madrugada haya dado la venia al Lunes Santo. Y es regreso en multitudes en San Jacinto. El palio se aleja tras cruzar el puente de los recuerdos hacia el destino de otra Semana Santa. El niño que fuimos está cansado y cierra los ojos. El Domingo de Ramos es el sueño de la ciudad soñada.
Recordatorio La Firma Invitada en Gente de Paz