"Quienes alcanzan el poder con demagogia terminan haciéndole pagar al país un precio muy caro".
Adolfo Suarez
En esta caótica neo-política civil, parecen mirarse algunos de los candidatos a hermanos mayores que tras los procesos electorales están tomando cargos de poder con campañas muy similares a las de la política civil. Plantean actuaciones y directrices muy diferentes a las que conocemos hasta la fecha en nuestras hermandades. No digo que estén faltas de legitimidad, ni mucho menos, pues en sus programas algunos las llevan planteadas, otros aun llevándolas deciden modificarlas sobre la marcha de manera unilateral. Tengo claro que esto es consecuencia de la desidia o falta de implicación de muchos hermanos que no acuden a las elecciones a depositar su voto y por tanto quedan a merced de lo decidido por mayoría.
Aún así y dentro de esta legitimidad que dan las urnas y de esa masa social a la que representan, estamos viendo como se están tomando decisiones que están removiendo los cimientos y las bases de algunas hermandades. No digo que sea malo, tampoco que no estén en sus derecho de hacerlo, solo opino que quizás con las prisas por hacerse notar o por el mero hecho de llevar en un programa una original idea, no se están respetando las estructuras de funcionamiento interno, los consensos y los estatutos que se acordaron y quedaron escritos con anterioridad.
Estas decisiones pueden tener unas consecuencias tremendas en nuestras hermandades, no solo sobre los hermanos que las componen sino sobre la economía y viabilidad de las mismas. Pueden ocasionar sobrecoste al romper contratos de forma unilateral, pueden dejar presupuestos futuros presos e hipotecados por embarcar a la hermandad en una obra o proyecto faraónico. Pueden desencadenar desapego de aquellos hermanos que no ven con buenos ojos las nuevas formas de actuar o el nuevo rumbo que están dando a su corporación.
Las nuevas juntas deberían reflexionar sobre sus actuaciones, no son buenos los cambios constantes de capataces, vestidores, estilos musicales, etc, ya que los intentos de transformar a una corporación según sus gustos pueden llevarla a vivir periodos sombríos. Nuestras hermandades tienen su sello, su estilo marcado por años de trabajo, marcado por el propio pueblo que las admira. Querer cambiar ciertos temas tan arraigados sin un consenso, sin un mínimo de acuerdo y sin consultar a los miembros de la misma, es cuando menos arriesgado y no siempre beneficioso, más aún si cabe cuando el protagonismo humano supera o intenta superar al de nuestros titulares.
Espero que esta Córdoba muchas veces conformista se despierte, que deje atrás el espíritu destructivo y la crítica y que estos acontecimientos produzcan un efecto reivindicador en los lugares establecidos para ello. Me gustaría que los hermanos acudan a las urnas a decidir sus representantes, que vayan a los cabildos generales a que les rindan cuentas y que sean parte activa de la hermandad. Entonces tendrán derecho a la crítica constructiva, enfocada hacia el respeto a nuestros titulares y hacia nuestra hermandad, pues si no tengo una participación activa, quizás tenga poco derecho a opinar.
Manuel Orozco Estrada
Recordatorio De trama simple: Carta al Cielo