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martes, 6 de octubre de 2015

El Cirineo: Ruptura


Que las relaciones humanas sufren un desgaste y un deterioro derivado de la convivencia y el transcurrir inexorable del tiempo es un hecho incuestionable, científicamente demostrado y sufrido por el común de los mortales. Cualquiera de nosotros lo ha experimentado en carne propia y es consciente de que es una cuestión natural, recurrente entre amigos, familia y cónyuges. La clave está, no en negar la evidencia de que las relaciones van sufriendo una metamorfosis a medida que el devenir de los acontecimientos va ejerciendo su efecto, sino en aprender a vivir con las circunstancias y adaptarse a los cambios sufridos que van del enamoramiento o la amistad incondicional a una relación menos ardiente pero más madura desarrollada por aquellos que aprenden a convivir asumiendo los defectos del otro y esas pequeñas manías que molestan tanto a pesar de su escasa importancia.

Cuando el hastío, la inmadurez o la traición ejercen su nociva influencia en estas cuestiones, estas relaciones que alcanzan su etapa de meseta antes o después, suelen derivar en infelicidad y ruptura. Y es entonces cuando desaparece el sentido común (ya saben, el menos común de los sentidos) se opta por repartir ganancias y volver a caminar cada uno por su lado. En este supuesto deberá prevalecer la humildad y la generosidad necesarias para asumir que en las rupturas generalmente no existe un único culpable y que ambas partes, normalmente, habrán debido de aportar algo para que el fuego se extinga y en su caso desaparezca lo que hubo un día.

Luego llegará la hora de analizar las consecuencias y los perjudicados por derivación, aquellos que estuvieron protegidos bajo el techo común y que de repente se encontrarán con que aquellos de los que aprendieron a caminar decidieron marchar por separado y en consecuencia se hallarán en ocasiones, en la tesitura de no poder continuar evolucionando del mismo modo que lo habían venido haciendo desde que tienen memoria. En multitud de ocasiones deberán optar por continuar de la mano de uno de los dos partícipes, lo que ocasionará fricciones inevitables, y puntualmente, el desazón en la otra parte de lo un día fue una pareja con el consiguiente desengaño y, llegado el caso, el reproche y los celos. Y los amigos que compartieron momentos con ambos se acabarán convirtiendo en partidarios de uno frente al otro, condicionados por las circunstancias y condicionando la realidad que les rodea.

Lo habitual es que cuando una ruptura como esta se produce, muchos sean los perjudicados, y no solamente los que se ven obligados a elegir entre seguir cerca de uno de ellos o en su caso de ninguno, porque, se diga lo que se diga es prácticamente imposible mantener una relación idéntica con ambos protagonistas. Algunos ejercerán de hipócritas plañideras y otros de meros espectadores o incluso de arengadores del potencial conflicto, situados en la atalaya del palquillo de la presunta imparcialidad, travistiéndose de curiosos o pseudoimplicados que navegan entre la incredulidad impuesta y el estupor adoptado.

A estas alturas imagino que algunos de ustedes se estarán preguntando qué hace el Cirineo hablándoles de problemas sentimentales… pero otros habrán detectado hace tiempo que no les hablo de disputas conyugales sino de esas otras rupturas que se producen en el ámbito cofrade que tanta influencia pueden tener en la estabilidad de una junta de gobierno o de una cuadrilla y de las que ya les hable hace un tiempo vaticinando lo que lamentablemente ha terminado por suceder.

La comidilla en los últimos tiempos en bares, tabernas y foros digitales, amén de las fuentes directas que lo acreditan, es la certificación de lo que era un secreto a voces y como es natural en este tipo de casos, hay quienes se han alegrado vergonzantemente de que se confirme lo que se veía venir, abriéndose la veda para que se posicionen propios y extraños generándose los mencionados partidarios, frecuentemente más para denunciar al hipotético culpable de lo ocurrido, que siempre es el otro, como no podía ser de otro modo, quien un día fue compañero y hermano y ahora es contrario o enemigo.

Sin embargo, se hace preciso mantener la perspectiva y recordar lo que decíamos al principio. Cuando se produce una ruptura, rara vez es culpa de uno sino de ambos, incluso en los casos en los que uno de los partícipes se siente traicionado por su antiguo compañero, la causa suele ser mucho más profunda que la mera traición sobrevenida. Son los protagonistas los que han de asumir que alcanzar este punto de inflexión es consecuencia de la acción u omisión de ambos implicados y que algunos de los que tomen partido a favor de uno u otro, lo harán por lo que consideran amistad verdadera hacia quien consideran víctima y perjudicado, con independencia de los que la realidad oculte, pero muchos otros lo harán exclusivamente en defensa de su beneficio y del ascua que puedan arrimar a su sardina; ante estos deberán siempre estar prevenidos los miembros de la antigua unidad, desconfiando como prevención imprescindible, sobre todo mientras el inevitable dolor sufrido pueda provocar una nebulosa que impida ser consciente de la verdad con absoluta nitidez… Y el resto, tener la grandeza suficiente para no convertirse en hooligans de nadie y mucho menos contra nadie, "aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid" siendo conscientes de que estas situaciones siempre suponen un fracaso colectivo y que todos, repito todos, salen perdiendo, unos más y otros menos, es cierto, pero todos en definitiva.

Cuando las cosas se rompen, más allá del cálculo de cuotas de responsabilidad, la culpa es compartida y el perjuicio también La grandeza de unos y otros determinará que pasada la tormenta las aguas retornen a su cauce permitiendo una relación adulta de respeto mutuo y reconocimiento por todo lo positivo vivido y todo lo cosechado en común, desterrando cualquier atisbo de reproche que pueda arrojar por el sumidero de la ceguera fingida lo que un día fue algo sobresaliente. Sea como fuere será el tiempo imperturbable quien ponga las cosas en su sitio, que no le quepa duda a nadie.


Guillermo Rodríguez














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