Blas. J. Muñoz. El ocaso del curso, su balance, la melancolía de los momentos de luz en que se vibró con la intensidad de las grandes ocasiones... Todo confluye cuando el verano llama a las puertas y las cofradías se aguardan en imágenes pretéritas y, en cambio, tan recientes como un Besamanos el antepenúltimo día de junio.
Y es que el Señor de la Humildad y Paciencia se despedía de sus devotos este martes, hasta que las Calendar salgan al paso de los días en que la actividad vuelve a ser frenética. Todo ello a consecuencia de la restauración a la que, desde ya, será sometido en el taller del reconocido imaginero Antonio Bernal Redondo.
Una restauración que ha tenido en el devoto acto un penúltimo momento para que sus cofrades lo despidan como al Hijo que se va de viaje, como al padre que parte en pos del trabajo. En definitiva, como a un miembro más de la familia al que sólo se le dice un "hasta luego" puesto que su vuelta ya es el único objeto de quienes hoy lo han despedido entre besos le nos de amor.