¿Han oído hablar del libro Tontos de capirote? lectura entretenida donde las haya, muy recomendable para el periodo estival y muy aconsejable para los capillitas, que vemos y sentimos las cofradías de esta manera tan especial.
Algunos lo verán irreverente y se verán tan reflejados en algunos de sus pasajes, que se sentirán hasta molestos, otros pondrán cara, incluso nombre y apellidos a los protagonistas, y es que quizás todos tengamos un poquito de “tontos” ya que en cada texto, se vislumbra una parcela en la que vernos reflejados. En él, se describen con cierta ironía y mucho sentimiento algunos modos, conductas y pautas adquiridas por muchos cofrades, por muchos capillitas, modos que nos unen a los cofrades, muy especialmente a los cofrades andaluces. Y es que los hay que viven y sueñan por y para la Semana Santa, para y por sus hermandades, para y por…
Si nos paramos a una lectura más racional, podemos opinar que la ironía inicial encierra una cruda realidad, y entenderemos que no es que seamos un poco tontos, es que lo somos de capirote, cuando a diario no somos capaces de hablar de otros temas y donde el sentido principal de las hermandades se ve solapado por el protagonismo, por el ego, por la crítica, la comparación o por el insistente empeño de intentar adquirir o conseguir a través de las cofradías todo aquello cuanto no hemos sido capaces de alcanzar en la sociedad, en el trabajo o en la vida familiar.
Algunos olvidan que en nuestra religión existe tan sólo un Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo y su Bendita Madre y que el resto son advocaciones. Algunos olvidan que las hermandades no son clubes de fútbol, donde la pretemporada es importante y quizás también lo sean los componentes de su equipo. Olvidan o confunden los colores de sus equipos, con los colores de su hermandad, rozando el fanatismo y la irracionalidad en actos y comentarios. Olvidamos que las hermandades son miembros de la iglesia y que estás, vienen subsistiendo sin nosotros siglos y siglos, pues con el movimiento de la Fe, basta y sobra.
Pero en una sociedad en la que muchos basan sus vidas en la búsqueda constante de adversarios o resentidos, en la que no se sabe o no se quiere pasar página, en la que el rencor y la violencia dialéctica colma las redes sociales y en la que plazas, parques y playas se llenan de buscadores de pokemon, el decir que los cofrades somos “tontos de capirote” es si me apuran, hasta un piropo amable.
Manuel Orozco