Esther Mª Ojeda. Dadas las fechas en las que nos encontramos, no es de extrañar que haga ya semanas que los centros comerciales y otros muchos establecimientos comenzasen con la venta de artículos navideños. Pronto podremos ver cómo, un año más, las calles más céntricas de la ciudad quedan abarrotadas por el clásico trasiego de las compras así como por las interminables colas que se forman para ver los tradicionales y más señalados belenes.
Precisamente, uno de los más populares era el Belén Municipal que durante la década de los años 90 se montaba en la Iglesia del Colegio San Victoria de la mano de Rafael Merino y que hace relativamente poco, tal y como se encargaron de comunicar en su momento algunos medios, volvió a establecerse en ese mismo escenario. El regreso se retomaba entonces como iniciativa de la Agrupación de Hermandades y Cofradías gracias al buen recuerdo que aquel particular belén había dejado en la memoria colectiva.
La fotografía que ilustra el presente artículo, realizada en el año 1994, pone de manifiesto no solo aquel pasado al que en cierto sentido se pretendía reproducir recientemente, sino también la peculiaridad del mismo gracias a su curiosa composición. Una composición que, más allá de la atención que en un primer momento se centra en las figuras del Niño, la Virgen y San José, se posa en los pastores que se escenifican la adoración y que no son otros que las imágenes secundarias que constituyen algunos de los misterios cordobeses más famosos.
Así las cosas y dejando esos detalles que con toda lógica puedan conducir a engaño – como las vestimentas o la perspectiva de la instantánea – cabría identificar en el pastor de la derecha a la talla de Pilatos que Francisco Pinto Berraquero realizase en 1988 para la Hermandad de la Sangre; arrodillada a su lado, a la implorante Claudia Prócula de la Hermandad de la Sentencia ejecutada González Jurado a principios de los 90; y por último, a la izquierda y algo menos reconocible, al esclavo gitano que se dispone a cargar con la cruz de Jesús de las Penas en cada tarde del Domingo de Ramos, obra de Antonio Bernal, realizado en 1993.
Aunque esa llamativa combinación lo convierten en un caso de lo más singular, no ha sido el único que la ciudad de Córdoba ha tenido la oportunidad de conocer. En este sentido, cabe volver a poner las miras en la Hermandad de la Sentencia, pues en su reciente y célebre belén barroco no solo podemos apreciar a la hermosa Virgen de la Alegría con el Niño en brazos – también titular de la corporación – sino que en torno a Ella, hemos podido ver nuevamente a su Claudia Prócula como pastora.
A esa más que familiar iconografía también se han sumado las magníficas imágenes de Barrabás, ataviado como un pastor más, al sanedrita que sujeta el pergamino con la mirada fija en Pilatos e incluso al soldado romano que habitualmente sostiene la lanza tímidamente colocado tras el famoso delincuente. Todas ellas y su evidente versatilidad – a la que sin duda han ayudado los acertados ropajes – han colaborado para dejar en la historia una fotografías tan interesantes como estas.