Suspira el querubín entre marchas y chicotás y todavía huele a incienso en el cielo. Bate sus alas recordando el andar de costalero que le han gustado estos días y le da pena aquellas cuadrillas y capataces que no tuvieron suerte o el talento necesario en el momento oportuno.
Suspiros alados por una cofradía tan fernandina que arrastró sus pasos hasta la Catedral y aunque salió y entró y se sentían orgullosos con tan poco, al querubín no le crecen las alas por hacer bueno lo malo ni le gusta volver a la moda aquella de ir cuatro gatos. Aunque viendo el escaso cortejo de la cofradía más parecía una hermandad de vísperas con tan pocos nazarenos.
Suspira el Ángel porque cree haber soñado con dos pasos que andaban raro. En uno había una lanza atrancada, un costero hundido y un bote que recordaba a los que daban aquellos costaleros que en vez de costal usaban felpa. Y otro que se estrenaba con un andar raro como en un quiero y no puedo... o un quiero y suspiro porque no sé o no me sale.
Joaquín de Sierra i Fabra