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sábado, 4 de abril de 2015

La Crónica: La luz del Viernes Santo


Marcos Fernán Caballero. La luz del Viernes Santo es distinta a la de cualquier otro día del año. La llama de la Pasión parecía apagarse poco a poco por instantes en el día en que el Salvador entregó su vida por la humanidad.


Poco después de las cinco, la silueta de un Crucificado recorría las paredes de San Zoilo. Clemencia: Jesús ha muerto, ha sufrido el cruel tormento que avanzaron los profetas, pero aún así su bello rostro aparece sereno clavado en el madero, como queriendo perdonar al espectador que lo contempla. Desgarrada expresión de Dolores tras el paso de Cristo. La Señora de Córdoba avanza bellísima tras el Crucificado. Los que la esperan a su paso tratan de consolar su pena pensando que en pocos días la Dolorosa de la ciudad por excelencia estará de nuevo en sus calles para una celebración jubilosa.

El Señor es descendido de la cruz y nos tiende su mano desde el otro lado del río. No le abandona su Madre, Refugio de tantas penas. Preciosa la Virgen de Miguel Ángel González Jurado, excepcionalmente vestida en este Viernes Santo. La salida del palio del Buen Fin recuerda a los congregados en San José y Espíritu Santo que estamos ante una Hermandad de barrio, alegre, pero sin excentricidades. Hay que reconocer el esfuerzo de la Cofradía que en los últimos años está mejorando notablemente su patrimonio. Los nuevos paños de bocina bordados en oro suponen un paso más en este sentido.

En el centro de la ciudad se hace el silencio. Llegamos a punto para ver salir el paso de Nuestro Señor Jesucristo del Santo Sepulcro. Aparece en el umbral de la Compañía el palio que desprende un embriagador aroma de azahar y cobija la sacra conversación. Giro perfecto del palio, que avanza hacia la Santa Iglesia Catedral con paso firme y decidido. Dejamos a la Virgen del Desconsuelo en la plaza de la Agrupación de Cofradías. Allí llega poco después la cruz de guía de Expiración. Cristo eleva su cabeza al cielo: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Y dicho esto, expiró. A los pies de Cristo, María guarda Silencio, mientras gira su cabeza hacia el público tratando de buscar consuelo al drama del Calvario. Después llego Nuestra Señora del Rosario Coronada. Sonó Ione para caminar por Conde y Luque y el palio, que ha comenzado su restauración, nos dejó una sensación de plenitud incomparable.

En Santiago despedimos la Semana Santa. El cortejo nazareno de hábitos franciscanos avisa la llegada de la Soledad. Preciosa calle, preciosa Hermandad, preciosa siempre Tú, Virgen de la Soledad. Camina rápido el paso. Igual de rápido que ha sido el paso de estos días. La llama de la luz parece consumirse, pero nunca se extingue totalmente. El año que viene, si Tú quieres, Madre, volveremos a vernos.




































































































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