Entonces José de Arimatea tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue. Mt 27 59-60
Rachean zapatillas costaleras llevándote en sus hombros. Costales de
penitencia del pecado, por dejarte morir en la cruz del sacrificio, sin detener
el martillo que te clavó en el madero. Bajo tus trabajaderas, la esencia de tu
sabiduría y el cáliz de tu mensaje. Tras el faldón, todos hijos tuyos, iguales a
los ojos de Dios.
No importan costeros ni zancos, sólo sentir tu presencia en el cuello, y que el sudor sirva de plegaria para purificar las conciencias y sosegar la desesperación. Avanzas con el andar poderoso de tu cuadrilla de cirineos, en esa urna de ausencia que es altar, retablo y trono del Rey del Cielo y condena para el Desconsuelo de María, la Virgen Madre a la que arrancaron el corazón, que riega con sus lágrimas de amargura al gentío que te observa apesadumbrado, aturdido y al mismo tiempo extasiado. Se dirigen al sepulcro de piedra, de dolor y sufrimiento, para depositar tu cuerpo en la esperanza de que la profecía se haga realidad.
Yo quiero quedarme contigo y no renunciar a tu orilla nunca más. Porque si me arropo con tu manto, la plenitud me envuelve… pregonaré a los cuatro vientos que el Señor es mi Pastor, y con Él nada me falta…
No importan costeros ni zancos, sólo sentir tu presencia en el cuello, y que el sudor sirva de plegaria para purificar las conciencias y sosegar la desesperación. Avanzas con el andar poderoso de tu cuadrilla de cirineos, en esa urna de ausencia que es altar, retablo y trono del Rey del Cielo y condena para el Desconsuelo de María, la Virgen Madre a la que arrancaron el corazón, que riega con sus lágrimas de amargura al gentío que te observa apesadumbrado, aturdido y al mismo tiempo extasiado. Se dirigen al sepulcro de piedra, de dolor y sufrimiento, para depositar tu cuerpo en la esperanza de que la profecía se haga realidad.
Yo quiero quedarme contigo y no renunciar a tu orilla nunca más. Porque si me arropo con tu manto, la plenitud me envuelve… pregonaré a los cuatro vientos que el Señor es mi Pastor, y con Él nada me falta…
En una cueva que es
ara
han sepultado tu
cuerpo.
Me acongoja el
sentimiento,
sometido al
sufrimiento,
masacrada mi
esperanza,
no hay consuelo en el
desierto
ni lugar para
alabanzas.
Camelado por el
tiempo
que agota al
resentimiento
que tu enseñanza
avasalla...
podrán quitarnos tu
Cuerpo
pero queda tu
Palabra.
Es un tesoro tu
herencia
que alimenta mis
creencias
y del Sepulcro
rescata
el sendero a tu
presencia,
que la angustia me
arrebata.
Guillermo Rodríguez