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sábado, 4 de abril de 2015

Nisán: XL Resurrección


El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: "¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recordad lo que Él os decía cuando aún estaba en Galilea: Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día". Y las mujeres recordaron sus palabras. Lc 24 1-8


Lentamente se disipa la tormenta y la oscuridad de la noche del Sábado Santo va buscando la lejanía del horizonte, transformándose en madrugada de estrellas y luna. La quietud de la nada comienza paulatinamente a preñarse de los primeros trinos del alba y en la línea que delimita el levante y el abismo centellean los rayos de sol que pugnan por hacerse un hueco en la infinitud del firmamento.

Repentinamente, en una metamorfosis de magia celestial, la realidad se transforma para ser consciente de que el drama, la tragedia, ha tenido un sentido cósmico, probablemente inabarcable para la comprensión humana, pero del que se deriva la esencia misma del cristianismo.


Cristo pereció a manos del odio y la indiferencia, del rechazo y la perversidad, como estaba escrito, como fue anunciado por los profetas ancestrales, y regresó del reino de las tinieblas para habitar en los corazones, en la Fe y en el espíritu de nuestra raza al abrazar su mensaje, al aceptar caminar por su camino de luz, de Amor y entrega infinita... Resucitó Jesucristo, el Rey del Cielo, y con Él resucitó la humanidad entera...


Un rayo de sol acaricia la sierra,
fluye por el río un caudal de promesas,
que Dios ha cumplido con la Penitencia
que el Pueblo Elegido dejó como herencia.

Cuando al Tercer Día de arena y desierto
alcancé el Hogar que protege mis sueños,
Primavera y Luz fue Maná de los Cielos
y Resucitó la Alegría entre el Pueblo.

Y llegó el momento
para la cosecha,
ha cambiado el viento,
se inunda la Tierra
del cantar eterno de antiguos profetas...

...Y es que Jesús Resucitó...

La Alegría contenida
de mi Tierra Prometida
se convierte en Alabanza,
mis ilusiones perdidas
se expanden por Tierra Santa.

Quiero ser el heredero
de tu Verbo misionero
dando Luz a la ceguera,
de tus pastores primero
si hace frío, ser hoguera.

Sin teatro ser la guía
que acerque a tu cofradía
a tu Verdad Infinita,
Resucitando a la vida
a quienes te necesitan.

Luminaria de pasiones,
de profundas devociones
que florecen por el mundo,
e inundar los corazones
con la dicha de tu rumbo.

Quiero ser tu Mensajero
de Fe, de Amor y de Paz.


Guillermo Rodríguez





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