Blas J. Muñoz. Corría la segunda mitad de 2015, cuando el nuevo gobierno local -en la figura de su máxima representante y Alcaldesa, Isabel Ambrosio-, se cuestionaba sobre qué hacer con el cuadro de San Rafael de Antonio del Castillo que se hallaba en el Ayuntamiento. La nueva composición del ejecutivo capitular, anclado en los axiomas de la izquierda radical, animaba a pensar que el lienzo desaparecería del recinto capitular.
Las declaraciones ambiguas, las referencias al disfrute de la obra por parte de los cordobeses y cordobesas en los museos, los silencios estudiados... Todo invitaba a paensar que el cuadro emigraría forzosamente. Sin embargo, la movilización ciudadana fue ejemplar y las redes sociales se movilizaron como nunca antes se había conocido en Córdoba.
Finalmente, el cuadro fue a los talleres de restauración municipales (una especie de premio de consolación por la marcha atrás) y regresó a su lugar. No sin las típicas declaraciones que negaban la mayor y querían hacer creer que jamás se planteó (miren la hemeroteca de ABC, que fue el primer medio en dar la alerta, o posteriormente la nuestra y comprobarán fácilmente lo que se dijo y generar su propia opinión, si a estas alturas no la tiene).
La presentación del cartel de Glorias de 2016 ha vuelto, curiosamente, a traernos a la primera línea de actualidad al Custodio de la ciudad La composición realizada José Ignacio Aguilera nos devuelve una de las devociones -quizá la que más- con mayor arraigo en la vieja urbe. Fruto de la casualidad o la intencionalidad, lo que no deja de ser cierto es que nunca se debió tocar a San Rafael.