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domingo, 3 de abril de 2016

Algo más que una cofradía


Blas J. Muñoz. Hay mañanas que despiertan con una punzada en el pecho, una certeza antigua de miles de letanías que trae bajo su aureola una luz distinta, un abrazo cálido. Caminas ese domingo con mariposas en el estomago, comprobando que la ciudad es distinta, pretérita y a estrenar, al mismo tiempo. De los balcones se descuelga la primavera con su vitalidad azul, mientras, desde el Colodro a Santa Marina, los naranjos elevan al cielo su perfume, como la ofrenda debida de las cosas creadas.


En el interior del templo aguarda la Verdad. Resucitado, su realidad trasciende la Fe para convertirla en el fin de las cosas, más allá incluso de la felicidad. La nuevas potencias del Señor relucen, flamígeras, anunciando con esplendor al único Ser que superó la reviviscencia para alcanzar la resurrección, tan definitiva como apabullante.


En el altar predica un orador, sacerdote, un pregonero. En las bancadas los fieles centran su atención en cada palabra, en cada mirada que el Señor les regala. Una cámara, detrás de ella, alguien deja constancia del momento vivido, padecido y sentido para llegar hasta Él. La Pascua brilla en la bóveda especial de la urbe, desde sus mismos cimientos en Santa Marina y, nuestro compañero Jesús Caparrós, nos trae el ser de luz de los días en la mirada del Señor Resucitado.




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