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jueves, 7 de julio de 2016

La histórica relación entre hermandades y toreros


Esther Mª Ojeda. Tan históricas como tradicionales son las relaciones que muchos toreros a lo largo de la historia han ido estableciendo con las hermandades, siempre incentivados por grandes devociones que se traducen en un compromiso que, a su vez, se manifiesta de diversas formas, ya sea acompañando cada año a sus titulares en su estación de penitencia o llevando consigo imágenes de Ellos con los que dar forma a un altar improvisado cuando más se les necesita.

La Hermandad de Jesús Caído es, por excelencia, “la de los toreros”, denominación popular con la que se le conoce desde que, en 1880, asumiera el cargo de Hermano Mayor Rafael Molina Sánchez, “Lagartijo”, quien, además donó la célebre túnica al Señor de San Cayetano. Después llegaron otras figuras que siguieron vinculando al gremio con la cofradía como Rafael Flores y Camará, quienes consiguen atraer a Manolete y este acaba convirtiéndose en nuevo Hermano Mayor de la corporación.

La tradición sigue viva hasta la actualidad que ha permitido al espectador ver, en la tarde de cada Jueves Santo, a toreros como “Chiquilín”, Enrique Ponce o Antonio Tejero, subalterno de este último, siguiendo los pasos de Jesús Caído a lo largo de su recorrido.

Una costumbre y devoción que han llevado a Tejero – quien durante buena parte de su trayectoria profesional ha auxiliado al maestro Enrique Ponce y que compagina esa labor con la de apoderado – a fundar y responsabilizarse de una nueva empresa arrendataria que ha sido presentada a las 13 horas de hoy con el objetivo de gestionar el Coso de los Llanos de Pozoblanco durante su próxima feria en honor de Nuestra Señora de las Mercedes y que lleva el nombre de “Caído y Soledad”. Con este gesto, Tejero ha dotado de pura simbología cofrade el nombre de la empresa que hace referencia directa a los titulares de la Hermandad de Jesús Caído.


Esta es solo una anécdota más que se suma a muchas otras que han llegado a ser muy conocidas. A nadie escapa aquella que retrataba a Manolete contemplando el famoso azulejo de la Virgen de los Dolores antes de entrar a visitarla. O, de igual forma y como hemos podido comprobar recientemente, el propio “Finito de Córdoba” – quien fuese pregonero de la Semana Santa de 2015 – que nos dejaba también hace unos meses una imagen ante la Señora de Córdoba, a la que acudió a ver ante la expectativa de una nueva corrida en la Maestranza de Sevilla.

También en la capital andaluza encontramos casos muy conocidos que dan prueba de la histórica relación entre hermandades y toreros. Claros ejemplos de ellos tenemos en Joselito “el Gallo” y la Hermandad de la Macarena, Juan Belmonte y el Cachorro y Antonio Ordóñez, Paquirri y Francisco Rivera y la Esperanza de Triana.

Todas ellas devociones que parecen haber escrito gran parte de la historia de las cofradías y que han dejado en ellas su sello para que generaciones posteriores sean también el presente y el futuro de las hermandades.







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