Blas J. Muñoz. No es la primera ocasión en que tenemos la oportunidad de asistir a un acto que demuestra la fraternidad -en definitiva, el sentido último- de las hermandades. Y así, en estos últimos tiempos hemos podido asistir, entre otras, a la presencia de la Hermandad del Santo Sepulcro en la bendición del Señor de los Afligidos de su homóloga de la Presentación al Pueblo, donde entre los elementos que se dispusieron se hallaban los antiguos faroles del paso del Cristo Yacente de la Compañía.
También la Hermandad del Socorro se hallaba hace unos meses presente en Sevilla para dar cuenta de un largo etcétera de préstamos que vienen a engramdecer el patrimonio no solo material, sino emocional de las cofradías a través de gestos de marcado carácter simbólico que muestran la repercusión y alcance de las mismas en cualquier rincón de nuestra geografía.
Y, en este sentido, la cordobesa Hermandad de los Dolores del Rayo ha regalado su presencia en el Carmelo antequerano. La misma se ha traducido en el préstamo de una ráfaga con la que ha lucido aun más esplendorosa la Virgen del Carmen. Un gesto por medio del cual, en cierta medida, Córdoba y sus cofradías han estado presentes en Antequera.