Inundaba la calle el aroma a azahar. Aquella mañana estrenamos un
pedacito de nuestra historia como se estrenan cada Domingo de Ramos esas
pequeñas cosas que configuran nuestra esencia.
Leer más...
Quisimos escudriñarte entre la multitud y convertirnos en una más de las
insignificantes rocas que configuran el cauce por el que navegas. Te
esperábamos envueltos en una fascinante fusión de inquietud, ansiedad,
expectación…nutrida por la carencia del año previo, ese que nos privó de tu
presencia, y nos obsequió únicamente con unos destellos de tu esencia gitana en
el cancel de tu puerta, mientras la lluvia regaba nuestros cuerpos y Tú
rociabas nuestras almas. Cómo olvidar aquél momento extraordinario, excelso…. Y
ahora, allí estábamos, al borde de la felicidad absoluta que destila tu sonrisa
de Madre, la que se ofrece al universo mientras le roban su joya más preciada.
La cruz de guía se abrió paso entre la inmensidad…lentamente; parecía inconcebible
que pudiera parirse un sendero entre la bulla impresionante, pero una vez más, lo
imposible se produjo. Un cortejo de túnicas blancas y verdes se derramó por
nuestras orillas. Los ciriales anunciaron la llegada de tu hijo y Bailío se
hizo silencio. Su inmensa nave progresó a través de la noche, y una marcha
convocó a la oración. El silencio se convirtió en clamor, el clamor en devoción
y la devoción en Pasión; Y la perfecta simbiosis de música y costal creó arte
para regalarnos una sucesión de momentos indescriptibles que desbocaron
nuestros corazones. Cuando reviró en dirección a tu antiguo barrio, supimos que
nuestra desazón se transmutaría en necesidad renovada, que nos dominaría hasta
que tu paso nos regalase tu presencia. Los minutos se hicieron eternos mientras
las dos hileras de nazarenos derramaban la cera de sus oraciones sobres las
piedras de la cuesta que se había transformado en un trozo de Cielo.