La Semana Santa siempre ha sido inspiradora para artistas de
toda índole. Palmario es el hecho de imagineros, pero también de pintores
(Pacheco, por ejemplo, estableció el canon de la Purísima o con su tratado de
los sevillanos ilustres dio testimonio de los artistas relacionados con las
cofradías, si bien resulta cuanto menos extraño que soslayara a Mesa); músicos
(Farfán, Gómez Zarzuela, los Font, Gámez Laserna, José de la Vega y una larga
lista); poetas, literatos y periodistas de los que cuidan lenguaje e intensidad
narrativa en un mismo plano.
En esta ocasión, con Rafael Montesinos abrimos este espacio
a la literatura con un nombre propio que sobresale en su visión lírica,
nostálgica y estética de comprender la
Semana Santa a la que evoca desde una distancia física que lo va a volcar
emocionalmente con la Madrugá hispalense que consigue dejar a las hermandades
en la categoría de un arte mayor, en tanto en cuanto son observadas por otras
artes. De esta manera, Montesinos va a mantener una comprensión religiosa
global de la poesía que definirá magistralmente en la antología dedicada a
Leopoldo de Luis donde señala que "toda poesía, por el solo hecho de
serlo, es religiosa”. Así, Rafael asume la complejidad de su propia afirmación
incidiendo en el hecho de que el poeta amoroso cree en Dios, así como el social
al revelarse frente a la injusticia que Dios no puede considerar soportable.
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