La de la cara morena,
la quise desde niña,
y a la que cuento mis penas,
me está llamando y llamando
pa que me vaya a su vera.
No le da tiempo a sonar. El despertador no es el que me despierta, sino mi propio corazón, que late y late impaciente ante el inminente viaje a las marismas.
Me levanté, corrí hacia el balcón y pude contemplar el remanso de paz que inunda las marismas de Doñana. Me di la vuelta y divisé una espadaña que también vi en mis sueños. Una espadaña que es faro que me guía hasta sus plantas cada primavera.