Ella… siempre Ella… la que no necesita
collares, ni corona, ni bordados de oro fino, ni plata en los varales... la que
sólo precisa un hueco en el corazón de cada oveja de su rebaño y un rescoldo de la hoguera del sentimiento que
se atesora en el centro del alma, para calentarse del frío de la lejanía al
filo de la marisma. Ella… la que nunca está sola; la que sonríe cuando aferras su reja observándola de arriba a abajo rezando en silencio… aquella cuya
esencia bebe del amor sincero de las miradas del pueblo, y se nutre de la fe
del que se aproxima para contarle bajito sus alegrías y sus preocupaciones… la
que reina en las cosas cotidianas, las más sencillas, las más puras y las más
verdaderas… Ella… siempre Ella… la que
nos acerca a la Gloria
de los Cielos…
Guardad
silencio en la Ermita
de
la Virgen del
Rocío,
que
el divino Pastorcito
parece
que se ha dormido.