El pasado fin de semana, revisando las noticias cofrades de Andalucía, di con una que llamó mi atención poderosamente... "Alonso Sánchez, con tan sólo 10 años, pregonó al Patrón de su localidad, Punta Umbría...". Mis labios esbozaron una tímida sonrisa y, reconozco, que mi mente voló décadas atrás.
Poco a poco, como el capataz manda a los costaleros, en mi mente se agolpaban recuerdos de mi niñez. Una niñez, que ahora parece lejana, pero que pensándolo bien, debería evocar más a menudo.
Muchos de los que estáis leyendo estas líneas, ya me conocíais. Siempre iba con mis padres y mi hermano, a aquella casa que poseía un huerto y donde habita, Aquélla que con Paz y Humildad en su mirada, nos llenaba de Paciencia y Esperanza para afrontar nuestro sendero diario. Allí, mi familia y yo, nos reuníamos con nuestra otra familia, la cofrade, la que se puede elegir.
Recuerdo a los mayores siempre ocupados, trabajando unos con otros, siempre con una sonrisa en su cara. Mientras, los peques de la casa, jugábamos a lo que primero que se nos viniese a la cabeza o con la pastora alemana (creo recordar que se llamaba Marquesa) que habitaba en el Convento Capuchino. Esto era si se trabajaba en el cocherón o nave. Si el asunto era de flores, barras, cocina..., la cosa pintaba distinta. Nuestro escenario de juegos cambiaba.
Recuerdo a los mayores siempre ocupados, trabajando unos con otros, siempre con una sonrisa en su cara. Mientras, los peques de la casa, jugábamos a lo que primero que se nos viniese a la cabeza o con la pastora alemana (creo recordar que se llamaba Marquesa) que habitaba en el Convento Capuchino. Esto era si se trabajaba en el cocherón o nave. Si el asunto era de flores, barras, cocina..., la cosa pintaba distinta. Nuestro escenario de juegos cambiaba.