Desde hace décadas soy radioaficionado, y he oído en muchísimas ocasiones como se han generado estos llamados “pile up”, termino acuñado en ingles, idioma reinante en el mundo de las comunicaciones internacionales por radio, pero que en castellano seria muy correcto denominar “amontonamiento”.
Esto se produce de una forma muy elemental, se inicia con la llamada solicitando contactar por radio, desde algún rincón escondido en un muy lejano y raro país, o desde alguna enigmática isla perdida en cualquier océano, y este es el inicio del temido y poco deseado amontonamiento. Desde todos los países del continente europeo, cientos de colegas del lejano operador, con el afán de conseguir el contacto, peculiar por la lejanía o por el exotismo del hogar del que llama, digo, todos empiezan a responder a la llamada exótica.
Todos responden, todos a la vez, todos a un tiempo, lo que produce a pesar de las buenas intenciones de todos, el peor de los efectos esperados, con la algarabía, nadie consigue contactar con el remoto lugar; permaneciendo en ese estado de locura, llamando constantemente, no permitiendo el necesario momento de silencio y orden, para que cada uno de los interlocutores consigan su correspondiente contacto, y la consecuente tarjeta de confirmación, tesoro que todos los radioaficionados guardamos como recuerdo de la distancia recorrida por nuestras señales, bien de Morse, bien de voz.