Guillermo Rodríguez. El sol se ha marchado del cielo de Córdoba cuando llegamos al domicilio de Rafael Muñoz, mientras comienzan a manifestarse los primeros fríos de este otoño que con tanto esfuerzo se va abriendo camino. Nos espera en el salón de su casa, una estancia acogedora, impregnada de recuerdos de toda una vida en torno al llamador.
Rafael Muñoz Cruz, miembro de una de las sagas de capataces fundamentales de la Semana Santa contemporánea, hijo de Rafael Muñoz Serrano, un genio, como el propio Rafael cataloga a su padre en una de las respuestas de esta entrevista a corazón abierto, no estará junto al paso de la Reina de Capuchinos el próximo Miércoles Santo después de 45 años en su orilla, en virtud de una controvertida decisión adoptada por la junta de gobierno que preside Enrique Aguilar, en su fondo y sobre todo en sus formas.
Rafael, al que tuteamos desde el respeto profundo de quien conoce sus hechos y es consciente de su grandeza y su legado, es un hombre cercano, amable, sincero, pausado y auténtico. Con él no existen fisuras ni recovecos. Su verdad se muestra de frente, sin ambages, como siempre ha demostrado al frente de las cuadrillas que con su indiscutible sabiduría ha gobernado. Su verdad es la que es, la vivida y la sentida, la contada y la reservada en aras de la prudencia que siempre fue su bandera.
No marea en sus respuestas, como los señores, como los hombres que se visten por los pies, derrochando sinceridad en cada palabra, en cada argumento, incluso al disculparse cuando prefiere callar antes de no decir toda la verdad o cuando nos transmite esa parte confidencial que prefiere no hacer pública, deseo que en todo momento garantizamos respetar.
Estos son los sentimientos y la esencia de lo ocurrido en palabras de Rafael Muñoz Cruz, capataz, siempre capataz... esta es SU VERDAD frente a la que sobran las palabras... gracias Rafael por ser tú...