No creo que haya un truco de magia lo suficientemente bueno como para que, desafiando a las leyes de la gravedad política, los propios Reyes Megos consigan convertirme en alcalde de esta ciudad. Y bien que a la ciudad le hace falta gente distinta que ponga (y perdonen la expresión) los cojones sobre la mesa y deje de pensar, con sus escasos dos deditos de frente, en algo más que su inútil carrera política. Porque, no nos engañemos, a los aprendices que se sientan en su poltrona de concejal les queda exageradamente grande el traje de servidores públicos.
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