El otro día me encontraba en una interesante conversación con una amiga mía de origen egipcio sobre la situación actual de su país. Me explicaba que la organización islamista de los Hermanos Musulmanes quiere gobernar de forma totalitaria a base de infundir el Corán como "único punto de referencia para ordenar la vida de la familia musulmana, el individuo, la comunidad y el Estado". En lugares así donde el Estado se anexa a la religión, pocas posibilidades hay de desvincular una convicción política de los principios dogmáticos de dicha religión. Tras acordarme de aquello me ha invadido una impulsiva reflexión sobre el panorama que nos acaece aquí.
Supongo que se habrán dado cuenta de que, en algunas ocasiones, se sigue politizando la religión en nuestro país, sobre todo en círculos de jóvenes que no tienen un referente religioso y que se dejan llevar por lo que ven y escuchan a diario. A pesar de que la orientación política hoy por hoy es bastante ambigua y confusa, siempre se ha tendido a encasillar a la Iglesia Católica con pensamientos más conservaduristas. Sí es cierto que históricamente la ideología progresista se autodefinió atea, pero creo fervientemente que esa declaración es la mayor "patochada" del ser humano. Pero lo que si es un hecho es que la Fe de los jóvenes está en peligro por estos estereotipos políticos.
Si tenemos bien planteadas las bases de ambos movimientos socio-políticos, que se deben sustancialmente a cuestiones económicas, ¿qué importa pensar de una forma u otra para dar testimonio de Fe? Aunque después y con el tiempo las dos vertientes ideológicas hayan ido cogiendo forma y alimentándose de asuntos asociados como la familia, el matrimonio y por supuesto el tema más escabroso del momento como el aborto, soy de la opinión de que la moral y la devoción a Dios son completamente apolíticas.