Dijo una vez un sabio que "la vida es una sucesión de momentos que, secuencialmente dispuestos, configuran nuestro devenir cotidiano". Ocasionalmente estos instantes ocupan un recoveco de nuestra memoria, convirtiéndose en recuerdos.
Hay muchas teorías que difieren a la hora de determinar qué es lo que provoca que esta conversión de vivencias en recuerdos se produzca. Algunos dicen que penalizamos aquello que nos produce dolor o rechazo y que tendemos a recordar únicamente los momentos positivos que nos afectan.
Desde luego ésto no es del todo cierto. Si así fuera el baúl de nuestros tesoros solamente conservaría recuerdos gratos y en cambio, muchos de los que desearíamos olvidar para siempre, ocupan un hueco en nuestra memoria. No obstante es evidente que la mayoría de los recuerdos que conservamos cuando evocamos nuestras vivencias con las personas que han compartido sueños a nuestro lado suelen ser positivos.
Probablemente el paso del tiempo hace que nosotros mismos inconscientemente tergiversemos estos recuerdos y lo que ahora nos parece maravilloso, en realidad no lo fuera tanto en el momento en que los vivimos. Pero la mente humana es así, complicada.