Comiendo hace unos días, el año pasado, rodeado de cinco de mis mejores amigos, cuatro de ellos cofrades, y uno no tanto, saltó al ruedo de las muchas conversaciones mantenidas, que se acercaba una de las batallas más sangrientas de las historia.
Automáticamente recordé las lecciones de historia recibidas en mi lejana juventud, y dije en el mismo tono de la conversación, “la de Stalingrado, que duró desde el 23 de Agosto de 1941 hasta el 02 de Febrero de 1943, con un resultado desastroso de más de 734.000 personas entre muertos, desaparecidos, y heridos, por lo que fue llamada la batalla más sangrienta de la historia”.
Mi amigo me miró, y conociéndole, dijo a continuación con tranquilidad: “Pues vamos a tener más sangre en las elecciones de nuestra hermandad”.
Los asistentes a esta conversación, todos menos yo coincidían, en que por la forma en que se estaba llevando esto iba a ser así, sangrante, muy sangrante.
Y yo, no creo, que nadie desde hace meses esté por ahí en nuestra hermandad remoloneando y presentándose como candidato, es más tampoco creo que nadie ahora a más de medio año de distancia esté solicitando el voto a todo hermano que se mueva, ya que aún no han sido convocadas las elecciones, y por lo tanto, todavía no han sido señalados los candidatos.