Muchos de los que me conocen bien se habrán preguntando el por qué aún no había escrito nada sobre la mujer "con lo que yo soy..." Pues ahí va; ha tenido que entrar el nuevo año para que se dieran las circunstancias apropiadas.
Sentada delante del ordenador me pregunto cuál ha sido, es y será el papel de la mujer dentro de este nuestro mundo. Nuestro mundo cofrade. Soy consciente que de los que leáis este artículo, compartiréis mi opinión en escaso porcentaje, o a lo mejor me equivoco, ¿quién sabe?
Tradicionalmente en Córdoba, las mujeres estaban en un segundo plano dentro de las Hermandades, no en muy alto grado. Su labor era el de acompañar al marido a todo aquel acto que él considerara oportuno que ella asistiera (cultos y poco más). Las tertulias y menos aún, las labores "duras" de la cofradías y su Estación de Penitencia, era "cosas de hombres". Ya no hablemos del mundo del costal. Recordemos que hasta hace muy poco, en la ciudad vecina, a la que todos miramos con pasión y diría hasta con admiración, las mujeres tenían los mismos deberes que los hombres, pero no derechos (por ejemplo, para salir de nazarenas). Largos y duros cabildos se dieron en muchas de las "Hermandades Grandes", como solemos llamarlas, para incluir a las mujeres en la Estación de Penitencia.
Gracias a las manos delicadas y suaves de nuestras abuelas, pero sobretodo de nuestras madres, nuestras túnicas, capas, cubrerrostros, fajas, costales, etc, siempre salen impecables el día de la salida. Sí, y hablo en presente, porque aún hoy, estando casada y no viviendo bajo el techo de mi madre, es ella la que me sigue planchando mi hábito, y ojalá lo siga haciendo por mucho tiempo. ¡Y no sólo el mío! Amenazo en un futuro llevarle más, jeje.