Imagino que será inevitable. Cuando muchos de ustedes, los que tengan edad suficiente, hayan leído el título del artículo de esta semana, habrán pensado de manera casi automática en una película, una comedia sin pretensiones de 1993, protagonizada por Bill Murray (sí, el de los Cazafantasmas). Para los que no la hayan visto, el protagonista es un periodista meteorológico, un hombre del tiempo, que es enviado a un pueblo de Pennsylvania, a cubrir la información del festival del Día de la Marmota. Básicamente esta fiesta es un método folclórico usado por los granjeros, especialmente de Estados Unidos y Canadá, para predecir el fin del invierno, basados en el comportamiento del animal cuando sale de hibernar el 2 de febrero. Según la creencia, si la marmota al salir de su madriguera no ve su sombra, por ser un día nublado, dejará la madriguera, lo cual significa que el invierno terminará pronto. Si por el contrario, por ser un día soleado, la marmota "ve su sombra" y se mete de nuevo en su madriguera, significa que el invierno durará seis semanas más.
Tras la "ceremonia", en el viaje de regreso, el protagonista y su equipo se ven sorprendidos por una tormenta que les obliga a regresar a la pequeña ciudad. A la mañana siguiente, al despertarse, comprueba atónito que comienza otra vez el Día de la Marmota. Y se repite el mismo día una y otra y otra vez, de modo que el protagonista se ve atrapado en el mismo día, Atrapado en el Tiempo, que es como se titula realmente la cinta.
¿Y por qué les cuento esto? Pues verán; cada año, cuando llega a Córdoba el Carnaval, me siento como Bill Murray, atrapado en el tiempo. Todos los "febreros" toca escuchar melodías similares, repetidas por los mismos de siempre. A grandes rasgos la idea que subyace es "el Ayuntamiento de derechas ataca al Carnaval en beneficio de las Cofradías", ahí queda eso.