Las cinco flores verdes que desde
hace cien años florecen en el pecho de la Virgen son el sensor de su aliento.
Lo descubrió hace un año la periodista Charo Padilla cuando, transmitiendo la
salida de la Virgen exclamó: «¡si parece que respira!».
En cien años se han logrado
convertir, por encima del ancla en el símbolo más contundente de la Imagen y de
la corporación. Sin ir más lejos, los logotipos de los encuentros de
hermandades de la Esperanza y del Año Jubilar, está compuesto por una de las cinco
mariquillas que desde hace cien años monitorizan la respiración de la Macarena;
tiemblan en su pecho.
Originalmente son cinco broches
compuestos por pétalos de cristal de roca francés de color verde, engarzados en
oro blanco y rematados por brillantes. No son esmeraldas aunque la imaginación
popular siempre creyó que las piedras verdes eran de esta familia de gemas.
Llegaron a San Gil de la mano del torero de la Virgen, de Joselito El Gallo,
que en 1913 no solo contribuyó económicamente para la corona de oro, sino que
trajo de París estas alhajas para la Virgen de sus devociones. En las crónicas de Santiago Montoto se
indican que el día de aquella coronación popular, la Virgen de la Espernaza
lucía las joyas regaladas por Gallito: «que causaron impresión -indica Montoto-
colocadas en lugar del puñal de dolor».