He podido leer en los últimos días en distintos medios de comunicación (también en Gente de Paz) varios artículos en los que entiendo se intentaba justificar, de una forma u otra, el reconocimiento que la Hermandad de la Oración en el Huerto ha realizado recientemente a su capataz Luis Miguel Carrión Huertas. Ya usted sabe… Curro. Yo no voy a abrir un debate, entiendo a todas luces innecesario, sobre la conveniencia o no del homenaje en sí. No. Entre otras razones porque el mismo lo ha organizado su propia Hermandad y teniendo, por tanto, presente tal consideración creo que poco más hay que decir. Allá en su Cofradía es donde mejor sabrán ponderar sus méritos que, seguro, el homenajeado habrá realizado.
No. No soy yo el más idóneo para calibrar lo acertado del homenaje al popularísimo capataz. Pese a que lo mucho que se ha escrito en justificación del evento haga que por mi cabeza ronde la famosa locución latina excusatio non petita, accusatio manifesta. Pensamiento que veo reforzado cuando analizo detenidamente algunos de los argumentos esgrimidos para defender el reconocimiento. A fe mía que todos ellos serán rigurosamente ciertos. No me cabe la más mínima duda. Pero, ¿saben qué les digo? Que la mayoría de los mismos me resultan tan válidos para justificar el celebrado homenaje así como para defender, por ejemplo, las hazañas que en su día realizara el mítico Incitatus para propiciar su nombramiento como Cónsul de Roma a iniciativa de Calígula. No. No creo que a Curro muchos de sus bienintencionados defensores, paradójicamente, le hayan hecho favor alguno.
No. No soy yo el más idóneo para calibrar lo acertado del homenaje al popularísimo capataz. Pese a que lo mucho que se ha escrito en justificación del evento haga que por mi cabeza ronde la famosa locución latina excusatio non petita, accusatio manifesta. Pensamiento que veo reforzado cuando analizo detenidamente algunos de los argumentos esgrimidos para defender el reconocimiento. A fe mía que todos ellos serán rigurosamente ciertos. No me cabe la más mínima duda. Pero, ¿saben qué les digo? Que la mayoría de los mismos me resultan tan válidos para justificar el celebrado homenaje así como para defender, por ejemplo, las hazañas que en su día realizara el mítico Incitatus para propiciar su nombramiento como Cónsul de Roma a iniciativa de Calígula. No. No creo que a Curro muchos de sus bienintencionados defensores, paradójicamente, le hayan hecho favor alguno.