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viernes, 18 de abril de 2014

El cáliz de Claudio: Tu Sepulcro



Cae la tarde entre la honda tiniebla inquebrantable. En el interior de las casas enlutadas se escucha a alguien musitar una plegaria ancestral, mientras fuera el aire tibio trae la primera brizna del olor a tierra mojada. Las plañideras lloran el día aciago de Jerusalén. Los Santos Varones lo bajan de la Cruz. La Madre y el Discípulo amado lo aguardan entre lamentos. Los párpados enrojecidos, la piel fuera de sí ya no es sino parte del lamento. Alguien en la distancia contempla la escena sin alcanzar a comprender cómo puede suceder algo así y ve a María llorar en la soledad de su desconsuelo. El sonido de los clavos, liberando manos y pies, es aterrador. El cuerpo inerte acongoja los sentidos de ese espectador distante que sigue buscando una respuesta en mitad de la conmoción. El cielo es más oscuro y el agua irrumpe con fuerza. Sobre los pies no hay sensación de frío ni humedad, solo desamparo, desesperación.

El cortejo luctuoso inicia su marcha en silencio. Solo el sonido de los pies otorga visos de realidad al momento. Caminan hacia el Sepulcro y él los sigue sin saber muy bien por qué, pero camina. No puede detenerse.
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El Cronista: Jueves Santo


Atrás van quedando los días como una cuenta cadenciosa que los ve pasar entre la emoción y el apego aferrado a cada segundo. El sol y la luna alumbran los sentidos que se dejan llevar por esa primavera infinita que es la Semana Santa. Ahora, crecidos ante el presente esplendoroso, la incertidumbre, las lágrimas, la frustración… En definitiva, la lluvia y las nubes quedan en un pasado muy lejano. Y cada uno de estos cincos días ganados a la existencia se disfrutan con más ganas que la primera vez. Las calles huelen a luz, las paredes proyectan la fe, los templos parecen renovados y los pasos, intactos, ante la mirada del devoto que renueva la actualidad de las Imágenes que tanto se veneran. La ciudad es otra, casi mejor, casi como siempre para este cronista que la observa con una admiración fuera de toda duda a lo que fue, pero con el deseo casi utópico de verla emerger una vez más.

No duda el cronista de la belleza plástica de la Cena, mientras espera a la Esperanza del Valle. No duda este relato de la majestuosidad serena de Jesús Caído, ni mucho menos. No duda la narración de que el misterio de la Caridad dicta los cánones perfectos de la escultura. Tampoco lo hace del Nazareno ni de la Virgen esplendorosa –indescriptible- que lo sigue. Como no lo haría de la rotundidad latente del Cristo de Gracia del que fue costalero. Y, menos aún, del grupo escultórico de las Angustias que supuso el colofón en la trayectoria vital de Juan de Mesa –al menos, para un servidor del que poco vale su opinión- el mejor imaginero que conocieron y conocerán estas latitudes.
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Viernes Santo: Compartimos tu muerte


Cae la tarde y una sensación de muerte se posa sobre la ciudad. Los lutos del pasado regresan entre el cortejo que anuncia la matraca, lejos de las fanfarrias barrocas. El octógono de los faroles que lo alumbran simboliza el bautismo por el que todos moriremos para resucitar con Él. Todo es pasado, futuro y actualización traída desde el tiempo hasta aquí.

La Buena Muerte ha cruzado la Madrugada oscura del alma. Los hábitos franciscanos de la Soledad se pierden en el mar de la urbe como guiando la nave que siempre retorna. El Descendimiento se asoma al pretil del puente avanzando hacia nosotros. La Marcha Fúnebre de se concita en el cancel de San Pablo retornando a la imagen de la Virgen niña, de la Madre que expira en su rosario. Por las Tendillas suenan los acordes de Moreno Pozo componiendo Desconsuelo, tocando al Cristo de la Clemencia en la antesala exacta de la Señora, de los Dolores servitas de María.
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Verde Esperanza: Hasta pronto Madre Mía


Una intensa melancolía embriaga mi alma. Un palio, ya de espaldas, enfila la calle y continúa su cadencioso caminar de la misma manera que una frágil pluma cae desde el cielo: lenta y suavemente, pero sin cesar.

Siento que no puedo apartar la mirada de tu manto, mecido dulcemente a compás de la dulce melodía. Tus bambalinas se contonean y danzan con la suave brisa que se pasea entre tus varales de plata para acariciar tu dulce rostro. Podría detenerme en la poesía de tu palio, en esa perfección en movimiento que recorre nuestras calles, pero si lo hago, cuando me de cuenta el palio ya habrá arriado y será hora de irme.

Cuántas cosas por decirte, Madre, cuántos secretos que confiarte entre la calle de tu candelería, cuántas oraciones que se abrazan a la gloria de tu palio, cuántos susurros que harán estremecerse a la llama de las velas, cuántas lágrimas por secar con el pañuelo que sostienes en las manos… Y qué poco tiempo para hacerlo. La fugacidad de tu caminar cuando vienes de frente contrasta con la lentitud de ese mismo caminar cuando vas de espaldas.
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En el Candelero: La Cena a pie de calle

Un magnífico Jueves Santo de luz y cofradías nos ha regalado la primavera para resarcirnos del año pasado. Desde Poniente hasta el Alpargate toda Córdoba se echó a las calles para abarrotar las orillas de cortejos y pasos en una maravillosa bulla infinita que se nos empezó a escapar de las manos entrado ya el Viernes Santo dejándonos una vez más el sabor agridulce de no poder disfrutar de esa Madrugá que Córdoba merece y que la cobardía de unos cuantos nos niega. 


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En el candelero: El Nazareno a pie de calle


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En el Candelero: El Caído a pie de calle


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En el Candelero: La Caridad a pie de calle


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En el Candelero: El Cristo de Gracia a pie de calle


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En el Candelero: Las Angustias a pie de calle


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En el Candelero: La Buena Muerte a pie de calle


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Málaga: Todo cupo en un Miércoles Santo liberado


En el cruce entre Cisneros y San Juan, cada Miércoles Santo se encuentran multitud de historias a primeras horas de la tarde. Centenares de hombres de trono se citan en la cafetería de la esquina para renovar su compromiso fraterno antes de meterse varias horas debajo del varal o del submarino. Celebran la vida para después pasear la muerte. Muchos venían solos hace años y ahora lo hacen con sus hijos, nuevas generaciones que aprenderán el amor por una tradición que se perpetúa sin descanso. Cada año es igual, cada año es diferente. En cualquier esquina se vive un instante único, se escucha un comentario nunca antes oído, se observa una mirada, se escapa una lágrima. Como las que corrieron el año pasado por las mejillas de los cofrades al mismo tiempo que el agua bañaba su querido patrimonio, sus venerados titulares. Así que ayer tocaba disfrutar de una jornada veraniega, con muchas horas de luz y una luna llena dispuesta a iluminar la noche.

Sin reuniones de última hora, ni decisiones dolorosas, todas las hermandades del Miércoles Santo se encontraron con una Málaga que estaba deseosa de recibirlas, de vitorearlas, de quererlas. Arrancó Salesianos la tarde y le siguieron Fusionadas, Paloma, El Rico y La Sangre. El círculo se cerró con el broche que todos esperan ver asomar desde la Plaza Enrique Navarro, el Santísimo Cristo de la Expiración y la Virgen de los Dolores Coronada.
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Jerez: Jornada de grandes cofradías


En la Semana Santa jerezana ya no sólo el Miércoles Santo es el día grande, apelativo que se unía a una jornada en la que confluyen grandes devociones y algunos de los iconos semanasanteros de la ciudad. Prendimiento, Amargura, Tres Caídas... son advocaciones fundamentales aquí. Su fuerza sigue vigente, nadie lo duda pero a día de hoy la realidad cofrade local va mucho más allá, incluso en lo geográfico. La tarde fue magnífica en lo meteorológico, con mucha gente en las calles y en los palcos, gente que disfrutó de un día de procesiones soberbio gracias a la bonanza del tiempo y a que hoy esa fiesta. Fue el día más largo de la Semana Santa con seis hermandades, una cifra que posiblemente se repita en otra jornada con la incorporación de alguna de las del Sábado de Pasión. Se comenta que si la Sed, que si Pasión.

El Miércoles Santo une vocaciones cofrades separadas por distancias: de la Granja a Santiago, del Pelirón a San Mateo... Une sentimientos y formas de expresarlos, desde los silencios negros de San Lucas hasta el bullicio de los bronces del Arco santiaguero. Los horarios fueron relativamente cumplidos por las hermandades aunque se fue acumulando algún retraso en Aladro, algo que se puso especialmente de manifiesto entre el palio de Los Dolores y La Amargura con un corte más que preocupante. Fue un Miércoles que se mantuvo de forma general en sus compendios acostumbrados, salvando las novedades que aportó el Consuelo. La compostura de la hermandad fue encomiable y digna de elogio con un orden y disciplina soberbios con el objetivo de mantener a la cofradía en todo momento compactada. Fue de lo mejor de ayer sin duda alguna.
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Cádiz: El tiempo gana al fútbol


El último año en el que no hubo suspensiones de salida por lluvia de Domingo de Ramos a Miércoles Santo fue 2009. Estamos, de momento, ante la mejor Semana Santa de los últimos cinco años. La jornada de ayer repitió el éxito de sus antecesoras en esta Semana Santa 2014. Y con el tiempo como aliado. No en vano, el Miércoles sigue siendo el día mejor tratado por la climatología junto al Domingo de Ramos. En los últimos 30 años sólo se había estropeado en 2005, 2008 y 2013. Por tanto, ayer se resarció del mal trago del año pasado, en el que no salió procesionó ninguna de las cuatro cofradías.

Día de cofradías y día de fútbol, algo a lo que no es ajeno el Miércoles Santo. Pero ni el Barcelona ni el Real Madrid consiguieron quitar a mucha gente de la calle, aunque sí había más con auriculares puestos. Ayer se vivía la jornada entre el casco histórico de Cádiz y Valencia.
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Una tarde con toques de silencio


Antes de la algarabía que acompaña los días centrales de la Semana Santa, el silencio tocó ayer municipios como Lucena, Montilla, Montoro, Pozoblanco o Peñarroya-Pueblonuevo, con procesiones sobrias en las que el único acompañamiento fue el ronco sonar de algún tambor.

Lucena

Tan sólo una hermandad realizó ayer estación de penitencia por las calles lucentinas. Se trata de la cofradía del Valle, humilde corporación radicada en la parroquia de la Sagrada Familia. A las seis y media de la tarde partía desde esta zona alejada del centro, entre la expectación de lucentinos y visitantes. A su llegada a la Plaza Nueva, el cortejo da una vuelta completa, momento de mucho interés para los cofrades lucentinos puesto que, en pocos metros, pueden contemplar tanto el paso del Nazareno del Valle como el de la Virgen de la Amargura.
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