Los sumos sacerdotes y los ancianos persuadieron a
la gente para que pidiese la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Y
cuando el procurador les dijo: “¿A cuál de los dos queréis que os suelte?”,
respondieron: “¡A Barrabás!”. Replicó Pilato: “Y ¿qué hago con Jesús, el
llamado Cristo?”, y todos gritaron: “¡Crucifícale!”. “Pero ¿qué mal ha hecho?”,
preguntó Pilato. Mas ellos seguían gritando con más fuerza: “¡Crucifícale!” Mt 27 20-23
Pilato se lava las manos queriendo apaciguar su
conciencia, creyendo que con su cobarde gesto libera su alma de
responsabilidad. Pero no es el silencio ante la injusticia lo que nos hace
libres. Si el maltratador actúa, el terrorismo asesina o el dictador oprime es
la denuncia y la lucha la única salida. Porque es obligación del cristiano remar
para modificar el mundo y no esconderse en un rincón sin hacer ruido para
conservar los inútiles tesoros de la vida terrenal.