Pasear por Triana, es sucumbir a la esencia de un sol de mañana que solo arroja luz a unas calles repletas de alegría, de humanidad por los cuatro costados, hermandad y buen hacer hacia el prójimo.
Triana con el sol, en la mañana, es esperar la tarde y visitar sus esquinas, sus recovecos, allí, allí está, la verdadera alma de Triana. La noche, es silencio por momentos, pero hasta en el silencio, se escuchan lamentos del cante, la alegría y bulería desde una garganta y cómo no, cornetas y música acompasada que te van acompañando en el labrar de tu camino.
Y a mi lado, un amigo, gran amigo, desde hace ya varias primaveras. El tiempo no lo ha cambiado, quizá, ha acentuado su bohemia, cosa impensable en un Siglo XXI. Se puede alguien morir de hambre si pensamos en vivir de la bohemia en estos tiempos. Por eso, ha tenido que ser bohemio errante y marchar, de aquí a allá, de rincón a rincón buscando el arte que brotaba de su corazón, de un corazón, dónde salen las melodías de un disco del que hablamos largo y tendido, del que hablará en muchísimas entrevistas, como así ya lo ha hecho durante muchos años con otros proyectos, pero he aquí su obra, y he aquí la persona... “Un espíritu inquieto”, Miguel Ángel Font Morgado.
Paseando con Miguel Ángel y preguntado por su parentesco con José o Manuel Font de Anta, me respondió que es sobrino bisnieto de para muchos, los mejores compositores que ha dado la Semana Santa.
Font, ya no volverá a cumplir los cuarenta, pero su magia, quizá, es que sigue siendo un niño, y como tal, se le ilumina la cara cuándo habla de sus comienzos: