La historia, de la que tanto me gusta hablar y rememorar, es una continua rueda, en la que por mucho que gire, siempre pasa por el mismo punto. Mucho avanza la historia, y aunque los países aprenden de sus errores, e incluso, países con pasados trágicos la aceptan como parte de su pasado, parece que esta nuestra España se empeña en cometer los mismos errores una y otra vez. Será que por mi juventud -para muchos sinónimo de inexperiencia-, por pertenecer a una generación más inmersa en el siglo XXI que en el XX, y por mi educación familiar, tengo el privilegio –y a la vez tranquilidad- de vivir desligado de todo condicionamiento político. Esta condición me hace ser inmune a ese adoctrinamiento que presumiblemente se nota en ciertos sectores de población, y que lleva a jóvenes de mi edad, y no tan jóvenes a creerse herederos de una guerra civil que no vivieron, y a cambiar el significado de una derrota militar e ideológica, en la victoria del mal, frente a la democracia (curioso, porque la república no fue votada, se proclamó sin más, aunque la victoria monárquica fue más que notable), tergiversando la historia para favorecer a unos y degradar a otros.
