La primavera la sangre altera, en cualquier rincón del planeta, hasta en el Vaticano.
¿Qué por qué digo esto?, que se lo pregunten a nuestro querido y personalmente admirable Papa Francisco.
El sumo pontífice vuelve a revolucionar a los católicos esta semana. El motivo: una carta cuyo remitente es un grupo de veintiséis mujeres anónimas enamoradas de sacerdotes, en la cual reivindican que un vínculo tan fuerte y hermoso como el amor entre dos personas no debería estar prohibido.
Ante esta solicitud de cambio en la disciplina del celibato, el Santo Padre hacia unas declaraciones que dejaban ver una puerta abierta a este asunto tan polémico como antiguo: ”El celibato no es un dogma de fe, es una regla de vida, que yo aprecio mucho y creo que es un regalo para la Iglesia”.