Tras
desearles que el principio de curso haya sido todo lo bueno que pueda resultar
en sí un principio de curso paso a anunciarles que en el Candelabro de Cola de
hoy hablaremos de política. Pero no del Gobierno de nuestras Hermandades y
Cofradías, que en el último mes ya se ha visto suficientemente salpicado por la
cera ardiendo que manó desde el interior de nuestras tulipas. No. Hoy la
actualidad nos obliga a hablar del futuro del Gobierno de la nación y, por
consiguiente, del futuro de la nación en sí y del de sus ciudadanos. Y es que
las últimas encuestas de intención de voto publicadas por dos grandes
periódicos de tirada nacional han arrojado resultados francamente
sorprendentes, al menos para quien escribe estas líneas. En ambas Podemos se
sitúa como tercera opción política, pisando de cerca los talones del PSOE
–segunda fuerza-. Y qué quieren ustedes que yo les diga… que ya puede decir
Pablo Iglesias misa (de hecho tiene el apellido idóneo para ello) y que tiene incluso
amigos que son sacerdotes que a mí esta gente no me gusta ni medio pelo de
coleta. No nos vamos a engañar: el notable respaldo a Podemos por parte de la
ciudadanía no se debe a méritos propios. Estos, por el momento, no pasan de
articular un discurso tan idealista como ambiguo de trasfondo rancio tanto en
televisión como en aulas universitarias (lo cual no es difícil constatado el
nivel educativo medio del personal). No. El éxito de Podemos es básicamente
responsabilidad de los dos grandes partidos que se han alternado en la Moncloa
desde 1982: PSOE y PP – PP y PSOE (tanto trinca… digo, tanto monta). En
definitiva el panorama que se presenta no es nada halagüeño y aquellos que
creían que los simpáticos cabecillas
de Podemos –Iglesias, Monedero & Co.- iban a experimentar el efecto gaseosa
tras las elecciones al Parlamento Europeo celebradas hace escasos meses
parecen, por el momento, errados en sus pronóstico… Y ojalá me equivoque, que
nada me haría más feliz, pero creo que va a ser que no.
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