Has venido a mi puerta para llamarme por mi nombre, para que lo deje todo y vaya Contigo, enseñándome que las posesiones materiales de nada sirven para alcanzar la felicidad. Me has mostrado el camino del Cielo, tu Camino de Verdad y de Vida y te has sacrificado para que te siga y para que tenga un lugar en tu cortejo. Y a cambio no me has pedido nada, absolutamente nada, sólo que permita que me quieras y que ame a los que me rodean, que perdone como yo he sido perdonado y que ofrezca la otra mejilla... sabes que lo intento con toda mi alma aunque te falle constantemente...
Quiero entrar en tu casa, Padre Mío, ofrecerte mi vida, mis cosas cotidianas, mi trabajo, mis versos, mis pensamientos... y seguirte por las rutas de los vientos protegido entre tus poderosos brazos de la tempestad...
Quiero entrar en tu casa, Padre Mío, ofrecerte mi vida, mis cosas cotidianas, mi trabajo, mis versos, mis pensamientos... y seguirte por las rutas de los vientos protegido entre tus poderosos brazos de la tempestad...
Traigo
un costal y una faja
de
cuando fui costalero,
un
cirio de penitencia
y
un puñaíto de incienso.
Una
rama de romero
y
arena de las Rocinas,
y
aquella vieja guitarra
compañera
en la marisma.
Trabajo
de un año entero
para
rezarte cantando,
mil
horas de sufrimiento
para
sentirme a tu lado.
Mi
devoción mariana
y
mi ilusión cofradiera,
mis
sueños y mis promesas