Has dado la vida por todos
nosotros, ofreciéndonos el mayor de los regalos... y a tu
imagen y semejanza, entregaron a lo largo de la historia, su bien más preciado miles de ovejas de tu
rebaño por defender al inocente, proteger al humilde y alimentar al hambriento. En contraprestación, al
igual que sucedió contigo, la maldita piara demagógica, cobarde e ignorante que te sigue persiguiendo con el paso de los siglos, ataca, hiere y martiriza a
tus hijos en nombre de la igualdad, la injusticia terrenal y una
multiplicidad de dioses temporales sedientos de carnaza. Y con su nueva inquisición, culpan al sencillo
sacerdote que predica tu mensaje, al misionero que arriesga su vida o al seglar que publicita sus sentimientos
contrariando a la progresía que impone privacidad y silencio para el sentimiento religioso, de los pecados de una minoría de cuyos desmanes no puede hacerse responsable a toda la cristiandad.
Y enfrente, en su castillo
de ceguera y oro, la mentira farisea disfrazada de mitra y sotana manipula
sistemáticamente tu mensaje, invocando Tu Nombre en vano y alterando la esencia
de tus hechos para justificar este nuevo templo de muros de soberbia que
intenta perpetuar su codicia de poder y relevancia.
Y los tuyos, los realmente tuyos,
continúan navegando en medio de las corrientes, entre tormentas, dando su vida
por la humanidad, como Tú hiciste, obviando si merece o no la pena el supremo sacrificio...
Si no entraña
esfuerzo alguno
nada vale lo ofrecido.
Jamás hubo mayor
sacrificio,
dar la vida por todos
sus hijos,
la mayor de las
promesas,
un Calvario de
eternos suplicios
con ingrata
recompensa.
Medio mundo te ofrece
su olvido,
tu mensaje yace
incomprendido
en la tumba de los
tiempos,
y perece tu Verbo
perdido
en bocas de fariseos.
Mi verso nada en la
duda
del acierto de tu
rumbo
lleno de Paz y
ternura;
no te merece este
Mundo
que te pagó con
muerte y con tortura.
Guillermo Rodríguez