Tu caminar sin rumbo te hizo regresar
al Gólgota del sacrificio. Todos se habían marchado... arribaron a tu orilla para
ser pañuelo de tu llanto y memoria de su fragancia. Y tras el duelo, el silencio
y la ausencia. Observas la cruz abandonada con el sudario que han utilizado
para descenderlo colgando del travesaño y sientes que el alma se te hace
jirones mientras tu agonía derramada, hace brillar tu mirada como estrellas en
la oscuridad del firmamento. Navegas en la inmensidad de la Soledad más
absoluta.
Sólo existe una carencia mayor
que la que habitan tus entrañas… la del universo que ha renegado del mayor de
los regalos; la soledad del pueblo que ha ignorado su mensaje, y que lo ha entregado
al sacrificio por revelar la Verdad, por intentar cambiarlo todo desterrando la
soberbia y el odio y sembrando Paz y Amor. Y ahora el mundo, el mismo mundo responsable
de la más cruel de las tragedias, se muere de melancolía y necesita de tu mano para
escapar del abismo. ¡Qué infinita ironía que precisamente seas Tú quien sirva de
consuelo a la humanidad causante de tu llanto!. Porque sólo Tú has sido elegida para protegernos de la galerna en este valle de lágrimas y para volver
a hacer brotar la semilla de la Fe en el erial de mis creencias. Sólo Tú puedes
calmar mi Soledad.
Roncos
tambores se pierden
en
la encrucijada de callejuelas...
La multitud se ha dormido,
la extraña oscuridad ha constreñido
la llama de la hoguera
que alumbraba el camino,
con amargo sabor de Angustia y Pena.
No se marchar hacia el Pueblo,
el humo de la Soledad del tiempo
me oculta el horizonte
y por eso me pierdo,
bebiendo el llanto en la quietud del monte.
Es
el recuerdo la compañía
cuando
se oculta la luz del día
y
la Ausencia te reclama;
no
llores más Madre Mía