La campaña mediática para presentar en Brasil a «un Pontífice de izquierdas» pincha en hueso.
Por trayectoria personal y por doctrina, el Papa Francisco está muy lejos de ser el «revolucionario» que dibujan estos días algunos medios de prensa conocidos por sus ataques habituales a la Iglesia. Aún así, el viaje pastoral del Pontífice a Brasil, uno de los países donde en su día obtuvo más éxito la llamada Teología de la Liberación (TL), ha disparado las especulaciones interesadas en torno a una posible declaración del Papa favorable a esa ideología. La doctrina «liberacionista» ha sido condenada en diversas ocasiones por la Santa Sede por el cruce herético que hace entre las Sagradas Escrituras y los postulados marxistas de lucha de clases.
Las divagaciones de ciertos medios y agencias de prensa internacionales hablan incluso de un encuentro mediático del Santo Padre con uno de los grandes popes de la TL, el exsacerdote brasileño Leonardo Boff, dirigido supuestamente a marcar un nuevo «clima de reconciliación».
El propio Boff ha declarado en Brasil que no quiere forzar la entrevista para no crear una situación embarazosa al Papa; aunque afirma que Francisco está dispuesto «a recibirle en Roma» (por supuesto, cuando reforme la Curia).
Tanto Leonardo Boff como el peruano Gustavo Gutiérrez (85 años, creador del término «teología de la liberación») han subrayado en sus declaraciones a la prensa su convicción de que el Papa Francisco es casi «uno de los nuestros», por su sensibilidad y preocupación por los pobres. La TL difunde desde los años setenta la idea de que la preocupación cristiana por los más necesitados de América Latina nació con ellos, y no en el seno de la Iglesia hace más de 2.000 años.
El Papa Francisco conoce bien la Teología de la Liberación. La vio nacer en sus primeros años como sacerdote en Argentina, y también la vio crecer entre algunos de sus compañeros jesuitas. Siempre dejó clara su oposición a las categorías marxistas del «liberacionismo», a costa de sufrir durante muchos años el aislamiento.
Corrientes «sumidas en el desconcierto»
Ya en el 2005, el cardenal Bergoglio dejó claro su pensamiento respecto a la Teología de la Liberación. Al referirse a esa corriente en la presentación de un libro, escribió que «con el derrumbe del imperio totalitario del ‘socialismo real’, esas corrientes quedaron sumidas en el desconcierto, incapaces de un replanteamiento radical y de una nueva creatividad. Sobrevivientes por inercias, aunque haya todavía hoy quienes las propongan anacrónicamente».
El anacronismo es casi una descripción física de lo que queda de «liberacionismo» desde su irrupción estelar en los años setenta en Iberoamérica. Sus representantes vivos son pocos y no han creado escuela. Además, desde la segunda parte del pontificado de Benedicto XVI están inactivos en la vida pública.
La Teología de la Liberación conoció su momento de gloria con la llegada de los sandinistas al poder en Nicaragua, que en los años 80 se convirtió en el primer laboratorio donde se experimentó en vivo con las teorías de los máximos exponentes de la TL: Gustavo Gutiérrez, Ignacio Ellacuría (asesinado por los militares en El Salvador), Jon Sobrino y Leonardo Boff. Cuando Juan Pablo II visitó Managua en 1983, en uno de los viajes más difíciles de su pontificado, había dos sacerdotes «liberacionistas» en el gobierno marxista de ese país: Miguel D’Escoto, ministro de Exteriores, y Ernesto Cardenal, ministro de Cultura. Otro sacerdote, Fernando Cardenal, jesuita y hermano del anterior, dirigía el programa sandinista de alfabetización.
Las herejías de la TL
La imagen de Juan Pablo II amonestando en el propio aeropuerto de Managua a Ernesto Cardenal, y pidiéndole que «regularizara su situación en la Iglesia» (los clérigos no pueden ostentar cargos políticos) dio la vuelta al mundo. Varios documentos magisteriales de Juan Pablo II y del entonces cardenal Ratzinger pusieron de relieve la lista de herejías contenidas en los escritos de la Teología de la Liberación, pero la posición inequívoca de la Iglesia no dejó ninguna duda desde el episodio de Managua.
Gustavo Gutiérrez, el creador de la corriente, sigue siendo el representante más discreto. Leonardo Boff, en cambio. es el más inquieto. Exsacerdote, exdominico, hoy casado, Boff se ha convertido en adalid de una religión ecologista aderezada de ritos cristianos y afroamericanos.
El teólogo «liberacionista» brasileño Leonardo Boff |
Recordatorio «No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo a Jesús»