Como manda la tradición cada 15 de agosto, la Virgen de Acá salió de la iglesia de Nuestra Señora de la Paz para ver Córdoba por última vez antes de su ascensión al cielo. Los duques de Benamejí donaron esta figura de talla anónima, cuyos orígenes se remontan al siglo XVII. María Santísima del Tránsito acuñó el sobrenombre "de Acá" por los vecinos del Alcázar Viejo, para distinguirla de la hermandad del Tránsito del templo de San Agustín, que también procesionaba.
En una tarde calurosa de verano, su presencia en las calles convirtió la jornada de ayer en una día único. Numerosos balcones estaban engalanados para recibir a la virgen en sus últimos instantes en el mundo terrenal. La eucaristía principal del mediodía supuso el inicio de los festejos en el día más esperado por los hermanos y fieles de la Virgen del Tránsito. El reloj marcaba las 20:00 cuando las puertas del templo, ubicado en la calle San Basilio, se abrieron y los cofrades, devotos y numerosos curiosos vieron recompensada su espera y aguardaron con expectación la salida del cortejo procesional.
El recorrido comenzó con la marcha real, entonada por la banda de Cañete de las Torres Tubamirum, que enalteció la salida de la Virgen de Acá. Los sentimientos y las emociones de los vecinos aparecieron en sus rostros alegres. Las casas blancas, junto a sus balcones con flores, del coqueto barrio del Alcázar Viejo resplandecieron aun más con la procesión de la hermandad del Tránsito.
A medida que caían los últimos rayos de sol, la hermandad del Tránsito tomaba un vía poco habitual a sus salidas procesionales, que realiza desde 1986. Tras bordear el Real Alcázar, la Virgen caminó por el paseo de la Ribera para pasar por debajo de la Puerta del Puente. Una estampa novedosa que envuelve aún más la belleza de este paso de catafalco dorado y su característica y resplandeciente urna. Un desvío primerizo por el que María Santísima del Tránsito y los allí presentes mezclaron el incienso con el frescor de las aguas del Guadalquivir. Al mismo tiempo, sus candelabros y el pan de oro iluminaban unas calles ya oscuras antes de entrar en la Mezquita-Catedral, recordando su estancia en dicho templo con motivo de las Jornadas Mundiales de la Juventud en 2011.
La banda de cornetas y tambores de Nuestro Padre Jesús Rescatado de Córdoba, que iniciaba el cortejo delante de la cruz de guía, anunciaba la salida del templo catedralicio para retomar su vuelta a casa. La agrupación musical Tubamirum marcaba, con sus notas musicales, el caminar sosegado y elegante de los 25 costaleros que portaban a María Santísima en una noche estrellada y luminosa más propia de la primavera cordobesa, aunque las temperaturas nocturnas por encima de 20 grados obligaron a sacar los abanicos.
Fue una jornada de Semana Santa en plena época estival. Un día diferente en una Córdoba semivacía por las brisas marineras del mar y las costas andaluzas. Los asistentes a la procesión contemplaron otra bella estampa sobre el arco de las Caballerizas Reales. Allí, el puesto de higos chumbos era un lugar muy concurrido. Este fruto refresca las gargantas de los cofrades que esperan, con ahínco, el Vía Crucis Mago del próximo 14 de septiembre. Un caminar pausado y, sobre todo, respetuoso. Un silencio roto por las dulces composiciones de Tubamirum y el racheo de los pies de los costaleros.
La Virgen de Acá quiso despedirse de los cordobeses de forma elegante. Su reluciente manto de ocre marcó toda la idiosincrasia del cortejo de la hermandad del Tránsito. Sobre las 00:00 horas, la Virgen dejó su letargo en su brillante urna para subir al reino de los cielos para abrazar a su hijo Jesús y cumplir con las peticiones de sus fieles creyentes.