La historia
La Hermandad del Cristo de la Salud y la Virgen de los Dolores fue fundada en el año 1744 en la iglesia de Nuestra Señora de Belén del convento de mercedarios descalzos ubicado en la actual plaza Belén. Entre ese año y el de 1758 en el que salió por primera vez en procesión, debió de ser realizada la imagen dolorosa de esta corporación, a la que muy probablemente acompañaría otra de san Juan en sacra conversatio con la que compondría un conjunto iconográfico muy del gusto de la época.
Apenas trece años después, el 16 de septiembre de 1771, fue suprimida como el resto de las cofradías por Real Decreto del Consejo de Castilla, si bien la procesión de sus imágenes titulares continuó hasta 1776, pero sin cofrades. Con posterioridad a este año, la devoción, que nunca debió de estar especialmente arraigada, languideció y sus titulares permanecieron en la quietud del templo mercedario al menos hasta el 19 de agosto de 1835, cuando su convento quedó definitivamente clausurado tras la Desamortización. Con posterioridad a aquel año, si bien sabemos que la iglesia siguió en pie hasta que en 1962 se derribó todo el conjunto, la mayor parte de sus altares e imágenes fueron distribuidos entre las parroquias de la ciudad, probablemente cuando el convento empezó a servir de cárcel real en 1837.
Debió de ser éste el momento en que las imágenes de la Cofradía de los Dolores, tras pasar brevemente por San Lucas y San Mateo fueron depositadas en la iglesia del antiguo Hospital de la Sangre, cuyo patronato había pasado a la Ciudad. Allí recibieron culto hasta que en el año 1900 la dolorosa fue sustituida por otra de producción seriada de las realizadas por la fábrica El Arte Cristiano de Olot (Gerona). Entonces, la original fue situada en una de las galerías altas del edificio hasta que en el año 1928 la madre superiora de las Hijas de la Caridad, congregación que atendía el hospital, ya conocido como Asilo de San José, decidió deshacerse de la imagen, que vendió por cien pesetas a una chamarilería de la calle Empedrada llamada “La Lebrijana”.
Según testimonios orales, la ubicación de la imagen en el establecimiento permitía que se viese desde la calle y muy pronto sedujo a los miembros de algunas de las cofradías de la semana santa local que estaban en proceso de fundación o refundación. La primera hermandad en interesarse por la dolorosa fue la del Santo Crucifijo de la parroquia de San Miguel, si bien sus cofrades decidieron posponer la compra hasta no recabar la opinión de algún especialista que les pudiese peritar su valía artística. Este fue el tiempo que aprovecharon el grupo de entusiastas que la adquirieron, el día 14 de diciembre de 1928 por 250 pesetas, con la intención de fundar una cofradía en la ermita del Santo Cristo de la Yedra. De entonces tan sólo conserva la hermandad un recibo de siete pesetas firmado por la Lebrijana y, en los libros de cuentas de un par de años después, los sucesivos apuntes de devolución a los cofrades que prestaron el dinero a la hermandad para la adquisición de la imagen.
Recibo de siete pesetas de la Lebrijana (1928) |
Además de las eventuales indicaciones que pudo dar la vendedora sobre el origen de la pieza, su procedencia era evidente: envolviendo la espiga de la mano izquierda para mejorar su sujeción había impresos de los usados por las monjas del asilo solicitando ayuda económica para montar el monumento eucarístico del jueves santo. Por otra parte, el peto que portaba bordado con el escudo de su extinta cofradía del siglo XVIII confirmaba su primitivo origen y advocación. A partir de aquel momento, la Virgen de los Dolores pasaría a denominarse Nuestra Señora de la Esperanza y con esta nueva advocación llegó a ostentar en la ciudad una gran devoción.
Ntra. Sra. de la Esperanza (1928) |
Procesión de Ntra. Sra. de la Esperanza. (1960) |
La autoría
Como señalamos al inicio, parece lógico pensar que la dolorosa fuese realizada dentro del arco cronológico existente entre la fundación de la hermandad y su primera salida procesional, es decir, entre 1744 y 1758. En esos catorce años se encontraba activo con taller abierto en la ciudad el escultor Diego Roldán, a quien ya habíamos atribuido la obra tras un detenido análisis formal. La relación directa con la imagen durante los meses que ha durado la restauración, nos ha brindado la oportunidad de conocer la pieza a fondo. Así, hemos podido deducir las técnicas y materiales empleados y comparar cada forma y cada elemento con los de otras dolorosas documentadas o atribuidas al maestro, lo que nos ha permitido ir más allá de la mera atribución.
La figura de Roldán ha sido recientemente objeto de varios estudios, principalmente basados en hallazgos documentales y atribuciones bien fundadas. Último eslabón de una afamada familia de escultores sevillanos, Diego Roldán nació en Sevilla hacia 1700. Nieto de Pedro Roldán, sobrino de Luisa la Roldana y primo de Pedro Duque Cornejo -con quién se le ha supuesto el aprendizaje- está documentado desde 1722 en Jerez, donde permaneció hasta su muerte, acaecida probablemente en torno al año 1765. De su taller salieron numerosas imágenes, esculturas para retablos, ángeles lampareros y abundantes relieves y pequeñas figuras destinados a ornamentar sillerías de coro o cajoneras de sacristía.Con el apoyo de los estudios aludidos y debido a que tanto los rasgos faciales, como la anatomía corporal y el tratamiento de las telas los realizaba con repetitiva personalidad, no carente por otra parte de cierta torpeza, hemos podido identificar una serie de estilemas propios que al refrendarse en toda su obra permiten la relativamente fácil identificación de otras piezas no firmadas o documentadas.
En el caso que nos ocupa, el de las imágenes de vestir, concretamente en el de las dolorosas, tenemos un tipo claro y bien definido. La escultura se reduce al busto, al que no dota de volumen en el pecho ni de articulaciones en los hombros. La cabeza no tiene el pelo tallado, tan sólo una tonalidad castaña marca su contorno. El rostro, evidentemente el elemento que más lecturas nos permite, presenta un contorno ovalado y de considerable anchura, con los pómulos poco marcados y con ligera depresión a la altura de los ojos. Éstos, que son grandes, como sus pupilas, se disponen bien abiertos y en oblicuo, marcando frecuentemente, con las cejas curvilíneas y arqueadas, un ligero frunce en el entrecejo. Las orejas presentan pabellones carnosos y bien desarrollados, por lo general con el lóbulo perforado para poderla dotar de zarcillos. La boca, de labios finos, se dispone entreabierta con la lengua retraída. La dentadura superior está tallada mediante postizos individualizados, generalmente realizados en nácar. La nariz es recta y sus fosas nasales pequeñas, casi circulares.
No podemos dejar de señalar para terminar de definir el modelo de dolorosa de Roldán otro elemento que se repite sistemáticamente en todas ellas: las manos. Sabemos que de la Virgen de los Dolores de Lebrija Roldán se limitó a realizar su mascarilla, por lo que no contamos con ninguna dolorosa documentada con la que refrendar que este modelo de manos que describiremos a continuación es efectivamente obra del sevillano. Sin embargo, la comparación con las del San Pedro Claver de la Iglesia de Madre de Dios de Jerez, imagen procedente de la de Santa Ana del antiguo colegio jesuita de la ciudad, y que está documentada como obra suya realizada en 1741, no deja lugar a dudas. Sus palmas presentan unos pliegues muy suaves, donde no se llegan a marcar las líneas; el anverso se presenta abultado, con los nudillos deprimidos formando una línea de hoyuelos muy característicos. A pesar de una apariencia un tanto tosca, están dotadas de un gesto sensible y delicado quizá proporcionado por la forma y disposición de sus dedos, de torneado fino pero no estilizado. Éstos mantienen entre si notable separación, excepto el corazón y el anular, más unidos, y varían su dirección en pocos grados, interpretando así una variante del modelo llamado “de tenedor”. Por último, el pulgar, inconfundible, está deformado por aplastamiento en su extremo, y su uña redondeada.
Nuestra Sra. de la Esperanza y San Pedro Claver (Comparativa de sus manos izquierdas) |
De este modelo genérico de la dolorosa de Roldán cabe destacar también algunas consideraciones particulares en relación con su ejecución material. En primer lugar podemos señalar el modo de realizar los ojos mediante piezas de cristal colocadas por la parte frontal de la mascarilla, lo que hemos podido comprobar con la documentación gráfica de la imagen de los Dolores de Lebrija y en las placas radiográficas de la de la Esperanza. Desde luego, se trata de un uso poco habitual en la imaginería de la época, que muy probablemente constituiría una técnica propia de este taller jerezano. Pero sin duda, el elemento más llamativo de todos es el de los dientes postizos que Roldán utiliza sistemáticamente en sus dolorosas. Se trata de dientes tallados de manera individual pero sin diferenciación de las piezas, mostrando todas, independientemente de su ubicación, la apariencia de los incisivos centrales de una persona adulta. El material, madreperla de nácar, que le aporta un brillo característico, es sin duda alguna otra de sus particularidades, siendo Roldán el único escultor que sepamos que los utiliza dentro de la escuela sevillana.
Lebrija. Ntra. Sra. de los Dolores (Imagen tratada del interior de su mascarilla) |
Por último, hay que señalar que la obra de Diego Roldán está mayoritariamente firmada. En el caso de las dolorosas, contamos con el ejemplo de la Virgen de los Dolores de la Hermandad del Nazareno de Lebrija, que está firmada en el plano de ensamble de la mascarilla, como quedó de manifiesto durante la restauración llevada a cabo en 1987 por Isaac Navarrete y Rosario Martínez.
Llegados a este punto, tenemos que reconocer con satisfacción que la atribución que en 2004 realizamos por analogía, ha quedado ya confirmada por este análisis. Además del parecido evidente con otras obras del maestro sevillano, la Virgen de la Esperanza tiene los ojos de cristal colocados por delante, los dientes de nácar, las manos siguen el modelo ya descrito y desde el hueco de la boca hemos podido localizar trazos de grafito que muy probablemente sean parte de una inscripción semejante a la de la dolorosa de Lebrija: Nuestra Señora de la Esperanza es una obra de Diego Roldán realizada entre 1744 y 1758.
Ntra. Sra. de la Esperanza |
Un homogéneo grupo de dolorosas
Además de la dolorosa que estudiamos y la Virgen de los Dolores de Lebrija, están certeramente atribuidas al maestro sevillano la del Valle de Jerez y las del Amor, los Dolores y la Soledad de Sanlúcar. Sin embargo, con la imagen que más claramente se puede relacionar la dolorosa intervenida es con la existente en la iglesia de la Santa María de la Victoria del antiguo convento de los mínimos de Medina Sidonia. Esta obra, de la que se desconoce cualquier dato histórico, bien pudo haber tenido la advocación de la Soledad, tan difundida por los frailes de san Francisco de Paula, si bien hoy es llamada del Mayor Dolor y es titular de una moderna hermandad titulada del Cristo de la Sangre, que radica en el citado templo. En ella se repiten cada uno de los estilemas identificativos que Roldan da a sus dolorosas -dientes de nácar, pulgar hundido, etc.- pero, más allá de todo esto, reproduce fielmente los mismos rasgos faciales de la Virgen de la Esperanza, cambiando tan sólo el sentido de la mirada. Quizá por ello ya había sido recientemente catalogada como “obra jerezana del primer tercio del XVIII” por los hermanos Alonso de la Sierra, lo cual nos dio la pista, justo es decirlo, para llegar hasta ella. Tras el detenido análisis de la escultura podemos concluir, sin riesgo de equivocarnos, que es también obra de Diego Roldán.
Medina. Ntra. Sra. del Mayor Dolor |
Jerez. Ntra. Sra. del Valle (1920 ca.) |
Atribuida desde hace algunos años a Roldán está la Virgen del Valle, dolorosa perteneciente a la Hermandad del Cristo de la Expiración, de la ermita de San Telmo de Jerez. Debido a la serie de desafortunadas intervenciones que a lo largo del pasado siglo acometieron los escultores Ramón Chaveli Carreres, Juan Bernabé de Britto y Francisco Buiza Fernández, para su análisis se hace necesario material gráfico anterior a estas intervenciones (fig. 9). Sin duda, el parecido con otras obras de Roldán es notorio, especialmente con la de la Esperanza y por ende -con la del Mayor Dolor de Medina- con la que hace un siglo compartía una similitud considerable. Lo mismo ocurre con la Piedad del convento de San Francisco de Jerez, obra que recientemente atribuimos al mismo maestro y con la que posteriormente ha sido relacionada la titular de la Hermandad de la Quinta Angustia de la parroquia de Santa María de la Mesa de Utrera.
El grupo sanluqueño es buen ejemplo de lo prolífico de la producción de dolorosas de Roldán. La Virgen de los Dolores del Convento de Regina Coeli, quizá la obra menos conocida de cuantas con fundamento se le han atribuido a Roldán, se sabe que estaba realizada en 1755. Al menos dos años antes lo estaban las dos dolorosas de la iglesia de San Franciscos, la bellísima Virgen de la Hermandad del Silencio, con la advocación del Amor y la de la Soledad de la cofradía del Santo Entierro. Además de las razones estilísticas que acertadamente fueron aducidas para sostener sendas autorías, podemos añadir ahora, tras nuestro análisis personal, que la del Amor, como sucede con las otras dolorosas del maestro, presenta sus manos características, cuenta con dientes de nácar y su cuerpo, antes de la intervención a la que fue sometida por el imaginero Luis González Rey hace unos años, no estaba dotado de articulaciones en los hombros. La Virgen de la Soledad, de rostro indudablemente relacionado con la obra de Diego Roldán, presenta las manos unidas con sus dedos entrelazados, lo que no nos permite ningún ejercicio de comparación de ese elemento. Tampoco es fácil determinar la materia en la que están realizados sus dientes postizos, que bien pudieran ser tallados uno a uno en madera u otro material y policromados o tratarse de piezas de nácar a las que un inoportuno repinte las haya privado de su brillo y apariencia característicos.
Además de las dolorosas mencionadas, hemos encontrado aun dos más con visos de ser obra de Roldán. La primera de ellas sería la Virgen de los Dolores de la Hermandad del Nazareno de Bornos, que cuenta con elementos como las manos -idénticas a las de la Virgen de la Esperanza- que certificarían la atribución de no ser por un rostro cuyo modelado, más mórbido y expresivo, no coincide plenamente con el modelo de dolorosa de Roldán (fig. 10). Aun así, creemos que pueda tratarse de una obra del maestro sevillano, porque, además de las manos y los dientes postizos -en este caso de hueso- comparte ciertas soluciones escultóricas de sus partes ocultas, como el hecho de tener los hombros no articulados, siendo una sola pieza antebrazo y busto, con la imagen que acaba de ser intervenida. La otra sería la del Mayor Dolor de la Hermandad del Nazareno de la Iglesia de San Agustín de Arcos de la Frontera, imagen que igualmente guarda numerosas similitudes en su rostro y manos con otras de las dolorosas mencionadas pero cuya ubicación, en un alto retablo y con un cristal protector no nos ha permitido el necesario análisis pormenorizado que se requeriría para poder ir más allá de la atribución.
Bornos. Ntra. Sra. de los Dolores (Pormenor de su mano derecha) |
Arcos. Ntra. Sra. del Mayor Dolor (Pormenor del rostro) |
Como se podrá comprender, no estaba entre los objetivos de este estudio la localización de las dolorosas de Diego Roldán existentes en la ciudad de Jerez o en el que fue su ámbito de influencia artística durante el siglo XVIII. El hecho de que sin pretenderlo hayamos localizado una decena de estas imágenes entre las documentadas, las ya atribuidas y las que nosotros le hemos añadido a su catálogo, pone de manifiesto el éxito que alcanzó el modelo de dolorosa concebido por Roldán, del que muy probablemente existirán más ejemplares que se podrán localizar aplicando sistemáticamente un riguroso análisis de los pormenores técnicos, modismos expresivos, estilemas y grafismos que caracterizan las obras del maestro sevillano.
Este éxito de Diego Roldán hay que buscarlo quizá en algunos de esos elementos de los que hemos hablado a la hora de definir sus particularidades técnicas; sin duda, los vestidos, el pelo natural, las pestañas postizas, los dientes de nácar y el brillo de los ojos y lágrimas de cristal no sólo iban encaminados a reproducir la iconografía de la dolorosa, sino a dar la apariencia de que la Virgen era la propia escultura que aparentaba estar viva, contradictorio exceso idólatra del barroco para mayor piedad de los fieles.
Estudio realizado por D.Pablo J. Pomar Redil (Historiador).
Recordatorio La Corona de la Esperanza de la Yedra